–¿Qué opinas del movimiento nómada?
Watchavato: ¡Machín! Justamente estás hablando con un nómada al cien por ciento. Tengo tres años y medio sin casa, con mi back pack y nada más. Si vas a la casa de mi mamá, donde me quedo ahora, sólo verás una caja con pinturas y brochas que siempre me acompañan.
“Me encanta la idea de que gente muy querida o amigos de otros países hayan podido venir a México o salir a otras partes del mundo. Se me hace increíble. Por eso digo que cuando nos volvemos a reunir y nos abrazamos, nos damos cuenta de que esto no le pasa a todos. Somos afortunados”.
Watchavato confiesa:
“Cuando en el 2000 iba en un avión a Francia a exponer por primera vez, me pregunté: ‘Wey, ¿qué es esta madre? (¿Qué está pasando?). ¿De pegar stickers pasé a exponer en Montpellier (al sur francés)?’ O montar (obra) en Barcelona, viajar a Argentina, Colombia, con los chicos de Excusado (Printsystem)… La última exposición larga que hice fue en Melbourne, (capital de) Australia. Estar ahí montando la exposición, después irme al taller del (colectivo) Everfresh, y salir en la madrugada a pintar o pegar cosas de dos metros de altura, todo eso para mi es street art. Me genera una adrenalina inimaginable, y eso me gusta cabrón”.
–Por cierto, ¿te han encerrado en la cárcel por grafitear en clandestino?
Watchavato: En 20 años que llevo pintando me han correteado mil veces. Me he escondido de la policía, de cámaras, y he tenido que discutir con agentes. La había librado. Pero a mediados de este año me encerraron por primera vez. Supe lo que era estar encerrado en la cárcel por rayar. Ahora me pregunto porque escogí un nombre con 10 letras. Cuando rayas de manera ilegal y vas en la ‘c’ o en la ‘h’, dices: ‘Wey, ¡¿porque escogí un nombre tan largo?!’. A estas alturas ya soy un vato que dialoga con la ley o con la señora que te quiere regañar; ellos tienen todo el derecho de decirte algo o regañarte porque es su chamba o su pared.
–Pero cuéntanos, ¿cómo te detuvieron?
Watchavato: Iba con unos vatos de lo más ilegales y chingones de Culiacán. Trabajamos en una pared gigante, un gran spot que estaba en un callejón. Cuando llego a una ciudad camino de día, analizó la zona y veo cómo se mueve la gente. En ese momento es cuando digo: ‘Wey, mira cómo las personas ven hacia allá, hacia a ese lugar’. Entonces tomamos fotografía y regresamos en la noche para pintar. Ahora estoy haciendo mucho roller-grafiti (arte con rodillos para pintura), y no es fácil porque te lleva su tiempo, pues tienes que pintar y escribir en tamaños de gran dimensión. Resulta que estaba en el spot que habíamos escogido y a la mitad de la intervención llegó la patrulla. No tenía a dónde huir.
“Pero eso me gusta, porque ya he tenido esta discusión o esta manera de diálogo en otras ciudades y he visto policías que te dicen: ‘Va, recoge tus cosas y lárgate’. Quizá estos cabrones llegaron a la secundaria o la preparatoria y entienden un poco este cotorreo. Pero en esta ocasión me encontré con un wey que al parecer solamente había sido policía en toda su vida y todo lo veía mal. Entonces, de repente me dijo: ‘Mira, yo te dejaría ir pero cuando veo que dice Watchavato, me doy cuenta que desde años tienes pintada toda la ciudad’. Cuando los policías me revisaron saqué de mis cosas un chingo de stickers que decían Watchavato… y eso fue un cague más cabrón”.
La anécdota no termina ahí: a Watchavato lo esposaron y lo subieron a una camioneta poliaca, y cuando llegó a la comisaría lo ficharon y lo encerraron. Eran más de las dos de la mañana:
Watchavato: Sólo pude dialogar hasta que me encontré delante de la juez. Mi argumento fue: ‘Soy un artista que trabaja bajo el nombre de Watchavato, que trabaja de esta manera, y pertenezco al movimiento que se llama street art’. Ella fue la única que me escuchó, y me preguntó: ‘¿y tú qué haces aquí?’. Le contesté que sólo estaba escribiendo cosas en la calle y que me detuvieron. La juez concluyó: ‘ya pueden irse’. Hasta ese momento había estado encerrado con borrachos y rateros.
— ¿Qué otras cosas haces?
Watchavato: Doy talleres desde hace unos cinco u ocho años. Una vez me invitó la Universidad de Culiacán. Comprendí que no debe existir egoísmo sobre el dominio de algunas técnicas o el lenguaje de la calle, como a qué hora es el cambio de turnos de la policía –para poder salir a pintar a la calle con toda libertad– o cómo se hace un esténcil. Estos secretos no me los tenía que llevar a la tumba; al contrario, los tenía que enseñar.
Desde que se volvió una moda he tenido todo tipo de públicos, desde amas de casa hasta chavos con gran talento.
“Me gustan los públicos ajenos al street art, porque se maravillan y sorprenden de toda esta historia; te escuchan y por lo tanto aprenden, me encanta su interés. Pero me da mucha pereza el público conocedor experimentado, porque las técnicas que dominan las realizan con mucha arrogancia. Cuando doy un taller no digo que de la noche a la mañana se van hacer artistas. Esto es un proceso creativo que se construye día con día con talento. No porque entres a un cursito y salgas a pintar el esténcil ya perteneces al movimiento “atrévete art”, o no porque domines una lata eres ya un grafitero chingón. En todos los movimientos y corrientes las personas se ganan las cosas, por eso existen los currículums, la experiencia profesional, el dominio de la técnica. Antes me creía artista, ahora me divierto”.
–¿Qué cosas te han influenciado de las nuevas generaciones?
Watchavato: Sigo siendo clásico. No les he tomado nada. Hay artistas que me gustan desde siempre; a algunos los respeto mucho y hay otros que sólo los encuentro en la calle y nada más. En estos 20 años a ellos no los separo tanto de la vida de un simple vato. Antes se decía: ‘Soy artista y me merezco esto’, pero esa postura mamona (arrogante) la he bajado a tal grado que ya no me quiero llamar Watchavato; me gusta que me llamen por mi nombre: Luis.
“Amo ir a ver la serigrafía, que huela a serigrafía. No me pasa lo mismo con las impresiones digitales. Los talleres de grabado en Oaxaca –como las residencias en el CaSa (Centro de las Artes de San Agustín) y ver trabajar al maestro (Francisco) Toledo ahí–, eso me apasiona. Aunque también hay banda de la escena actual del street art que hace cosas digitales impresionantes. Esos aspectos en mí son como contradictorios”.
Continúa el entrevistado:
“No me interesa que me suban a una grúa a varios metros de altura para hacer un mural enorme. Simplemente hago lo que me apasiona y lo llevo a otro plano. Como todo humano, hay cosas que te cagan y hay otras por las que te inclinas. Me gusta ejecutar esa vieja escuela del street art. Y ahora voy encaminado a estar en las filas de los productores que organizan festivales, porque vi el proceso de estos montajes. Esta onda la aprendes mucho en los viajes, visitas el extranjero, porque ahí es donde ves los talentos de los artistas de otros lugares”.
–¿En qué país te ha gustado intervenir?
Watchavato: En Barcelona, España. A mis veintitantos años, justo con esas ansias de street art que tenía, me gustaba ver esas piezas gigantes de los pioneros de este movimiento en Europa. Cuando las obras no querían ser robadas porque no tenían un valor como piezas importantes de arte. La ciudad estaba apañada por una gráfica muy específica, se veía la evolución del grafiti al street art. Toda esa banda se involucraba en un crew gigante para poder hacer una obra.
–¿Cómo eran las herramientas en que te basabas cuando empezaste?
Watchavato: Yo hacía mis cubetas de engrudo, buscaba los spots, tenía esa adrenalina antes de salir a la calle para hacer las intervenciones. Yo no sé si los chicos de ahora tengan ese nivel. Y esto te lo digo sin meterme en cuestiones de técnica.
Respecto a la técnica, no había tantos caps (boquillas de las latas de aerosol de distintas medidas) como ahora. No había tantas posibilidades de materiales. Por ejemplo, las gamas de colores, antes hacías varias mezclas de colores para obtener uno; ahora no, tan sólo ves un catálogo de Montana y te sale un color que no sabías que existía. Obviamente, la práctica de antes enriquece mucho más a lo que se hace ahora.
“Antes la gente no veía mal esta onda, pero ahora hay incluso personas que te dicen: ‘Tengo un muro muy chingón, te invito a mi casa a pintarlo’. Ahora hay personas que compran street art, y eso está chingón, pero me parece paradójico. No dudo que alguien compre una pieza de alguien que tumbó un muro y se lo llevó para venderlo”.
–El robo de piezas es un punto polémico entre los artistas urbanos, ¿qué opinas de ello?
Watchavato: Está chingona la idea de que puedes generar un dinero para alguien. Cuando pintas algo en la calle, la obra no te pertenece. Durante el paso de los años entendí mucho ese lenguaje, porque yo pintaba o pegaba cosas en la calle y me cagaba que alguien lo arrancara, los tachara, o le pusiera una grosería arriba. Me costó tiempo entender que así es la calle, porque no te pertenece, y si alguien se roba el trabajo, lo arranca o pinta está en todo su derecho. Si yo tuve el valor de adueñarme de ese lugar, también estas personas tienen el derecho de hacer este tipo de cosas.
“Por eso ahora me parece chistoso o curioso que alguien pinte y se encabrone porque otro llegue con una bomba y haga una obra encima. Así son las reglas del street art, que tienen un discurso y un lenguaje. Creo que actualmente mucha banda no lo entiende y sólo vive con resentimientos. Para mí es un halago que alguien traiga algún sticker que pegué en la calle en su agenda. No tengo ningún problema”.
–Con tu experiencia, ¿cómo percibes este movimiento en la actualidad?
Watchavato: Desarrollé un proyecto que se llama This is not street art, en la que me tome una serie de fotos en blanco y negro, súpercliché, sobre el perfil de un vato que hace street art: salgo encapuchado, como un ente anónimo, y lleno de pintura. Y es que para mí se perdió todo ese sentido del street art a partir de que se te da permiso para pintar una barda, de la accesibilidad sobre los materiales, entre otros aspectos. Considero que eso ya no pertenece a este movimiento…
–¿Entonces Watchavato hace steert art que no es street art?
Watchavato: Sí, un poco. Y esta chingón aceptarlo. Es como tener el valor de decir ‘eso no es’ street art. O sea, un print, una taza, una playera, todo el merchandising es parte de esta onda.
–¿Crees que el street art ha muerto?
Watchavato: No, para nada. Lo que acabo de plantear es mi visión personal. Cada quien lo considerará desde su perspectiva. Ante ello no tengo ningún problema. Yo no soy dueño de este movimiento.
Entrevista: Jessica Sánchez
Texto: Daniel Von G.
Editó: Appel
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