Marcel Marentes, conocido como Vogel, es uno de los perros viejos de la escena del street art en Bogotá, Colombia. Aunque es diseñador de profesión, lo suyo es la calle. Su preferencia en el arte urbano es el esténcil, aunque no se limita a una sola técnica: para él, depende del espacio.
“No importa si en un momento se puede dibujar o hacer esténcil, o si el espacio se presta para hacer carteles o pintura, lo importante es intervenir la calle y que se haga algo nuevo”.
Vogel fue fundador y participante del colectivo de gráfica experimental Excusado Printsystem en 2003, y del estudio gráfico Orfanato Colectivo en 2010.
Ahora se encuentra en México. Apoyado con una beca de investigación, Vogel está desarrollando una nueva fase de su proyecto Desconocido, el cual consiste en “poner en la calle a gente que a otros no les importa mucho”.
El proyecto nació en Colombia en 2013 con la exposición Imágenes de familia, que hospedó la Alianza Francesa en Bogotá. Para esa exhibición trabajó con fotografías de personas desaparecidas, en conjunto con una asociación que trabaja ese tema. Vogel colaboró con ese proyecto con un registro de imágenes de quiénes habían desaparecido. El proyecto contó con cartelismo, la realización de talleres de esténcil con los familiares de los desaparecidos y con la pinta de un muro sobre el tema.
Nos topamos con Marcel en la Ciudad de México y nos sentamos a hablar de su experiencia en el país y su percepción de la escena del street arte en México y Colombia.
–¿Cuál ha sido tu percepción del street art en México?
VOGEL: En México es innegable el estallido del color y la luz del sol. Eso es chévere y los influye muchísimo; además, su técnica (pictórica) es muy avanzada por la gran tradición que tienen. En ese aspecto en México existe un interés muy grande por mejorar la técnica y eso es algo inherente en el mexicano: el querer pintar cada vez mejor. Eso es algo muy admirable. Pero por el lado del street art, me parece incipiente y casi inexistente en comparación con la pintura.
“Siento que en México cada quien está mordiéndose la cola, mirando qué es lo que están haciendo ellos mismos, sin ver hacia afuera. Aunque debo decir que hay una movida fuertísima de stickers. Las jornadas de intercambio de stickers entre ciudades es una actividad ruda, pero no veo gente haciendo cosas que no sea pintura. Por ahí conocí solamente a los de La Pistola, que hacen puro esténcil”.
–¿Cuál es la diferencia que percibes entre el street art y el grafiti?
VOGEL: Una cosa es la intervención con el espacio, que acudas a otras técnicas sin que eso demerite tu trabajo. Alguna vez hablaba de eso con amigos en Colombia, que son puristas y que si no es aerosol no les interesa. Hace 20 años nadie usaba marcador, no se consideraba grafitero al que lo usara. Ese día pregunté quién de ellos no tenía un marcador en el bolsillo. Con el tiempo se incorporó.
“Para mí el street art es una inscripción espontánea en un lugar público grabada con lo que quieras: con una llave rayas la pared o con betún vas y marcas un espacio, botas un mensaje. En cambio, el grafiti tiene que usar el elemento del aerosol”.
–No crees que el grafiti se limite a letras…
VOGEL: No, siento que eso ya quedó atrás. Es la misma discusión: los old school son muy bonitos y románticos, pero hace rato que no están mostrando nada. De pronto me gusta Odeith, de Brasil, que hace writing en 3d; también admiro de los últimos writers a Os Gemeos, que arrancaron haciendo letras pero pasaron a la ilustración sin dejar de hacer letras. Además del proyecto Grafiti Research Lab, que pintan con luz porque se les da la gana y sin pretender caer en lo innovador. Eso es lo que les gusta y su vida es la de un grafitero y está genial; su onda es pintar con proyectores.
“Cuando yo empecé hace 13 años a hacer grafiti lo que me motivó fue la calle y empecé por aburrimiento, porque en la ciudad no pasaba nada. Mi opción fue poner imágenes en la calle. Cuando estudié diseño mi intención no era exponer ni sacar un libro, sino salir a la calle”.
–¿Cuál es tu postura política frente al street art? ¿Por qué no te gusta el street art decorativo?
VOGEL: Me parece que el grafiti tiene que rascar. Si se vuelve paisaje, la perspectiva de la gente es la de: ‘¡Ay, me decoraron el barrio!’. Decorar un barrio como la Roma o la Condesa en la Ciudad de México no me parece tan interesante, pero decorar un barrio como si fuera una comuna es diferente, porque en ese caso sí hay una transformación del espacio. O salir a poner cosas que generen un choque en las personas, eso sí me parece interesante. En general veo en el grafiti un medio de comunicación donde lo informativo está por encima de lo estético.
“Creo que no la estamos pasando bien. Tampoco te estoy diciendo que estés a la defensiva todo el tiempo, pero hay otros, los que tienen el control, que se están burlando de ti. Entonces mi invitación es a que goces la vida, pero en pie de lucha. Mis mensajes son políticos y también muy personales. Con el street art logro expresarme y sacar mucha rabia de adentro con los personajes que diseño”.
–¿Está relacionada tu postura política con la paleta de colores que usas?
VOGEL: Sí, es más oscura, con rojos, negros, colores plata, dorados y escalas de grises. Sin embargo, lo que me interesa de manejar una paleta reducida es que lleve mensajes de manera más rápida; por el contraste, enseguida logras comprender lo que tienes que ver. Por ejemplo, si pintas en lugares donde pasa mucha gente y que sólo tienes un par de segundos para captar su atención, con una paleta de colores reducida permites que se pueda leer el mensaje con rapidez.
–¿Cuáles han sido tus influencias en estos 13 años de trabajo?
VOGEL: Me gusta mucho Faile, que es una mezcla de artistas. Me gusta por su diversidad de técnicas, los ruidos del producto, por el mismo mensaje. También lo que hace Kidult, Banksy, Obey y Keith Haring. Por otro lado, me parece que el street art está muy relacionado con el performance, porque está vinculado con intervenir el espacio; por eso desde hace rato siento un sinsabor con lo bidimensional.
—Decías que Obey ha sido una de tus grandes influencias, en ese caso ¿qué opinas del trabajo de campaña de Obey con Obama? ¿Fue positivo o por el contrario dejó atrás sus ideales?
VOGEL: Me parece que lo relevante de ese suceso es que el trabajo de Obey influía y por eso lo llamaron. También creo que al igual que muchos ciudadanos se desilusionó del candidato. Yo no siento que se haya vendido, sino que más bien fue engañado, como muchos otros. Creyó que los políticos hacen algo, cuando en realidad la política es diaria o no sirve de nada. Haber creído en un candidato como salvador fue el gran error de Obey con Obama.
–¿Crees que tu gráfica ha influenciado la escena en Colombia?
VOGEL: Son 13 años en donde la escena ha crecido muchísimo en Colombia. Cuando yo empecé no había una escena. Recuerdo que los writers miraban el esténcil de otra forma y me decían que no era grafiti, pero lo que me importaba era intervenir la calle e interpretar la ciudad como me parecía a mí. La escena ha estado empezando a hacer cosas distintas durante estos años; se ha generado escuela de street art, se hacen talleres y pasan nuevas cosas en un lugar donde un movimiento que nació incipiente ahora está en un momento en el que está colocando artistas a circular, y no para volverlos famosos sino porque están diciendo cosas.
–¿Cómo recibe el público en general al street art en tu ciudad, en comparación a como era hace 13 años?
VOGEL: Bogotá es un lugar increíble para hacer street art; la gente pasa y te dice: ‘¡Que chévere!’. Nadie te va a decir nada; el policía tampoco te va a molestar, porque dentro del pensamiento colectivo ya está permitido el street art. Y no es porque sea legal: es porque dentro del imaginario de los bogotanos se comprende que no es algo que esté dañando a la sociedad.
“Ahora, por ejemplo, se están haciendo muchas culatas de gran formato o respaldos de los edificios, que está patrocinando el Estado y las administraciones de la ciudad, que se han dado cuenta no sólo del impacto visual del street art sino del mensaje que transmite; que se están diciendo cosas con el street art. Siempre hay nueva gente que llega. Chicos que empiezan y en tres años hacen lo que a uno le costó seis. Además, la gente en la calle los recibe. Hace muchos años era diferente: cuando uno salía a la calle en Bogotá y la gente veía que ibas a pintar, te decían que llamarían a la policía. Cuando veían el resultado te preguntaban si podías pintarles una pared más. Por eso ahora llega mucha gente a hacer steert art a Bogotá, porque es increíblemente fácil pintar y no hay problema, la gente lo recibe muy bien.
–¿Crees que sea una moda el street art en Bogotá o se va a mantener?
VOGEL: No creo que sea moda. Una moda no dura tanto y todavía nos falta mucho por recorrer. En ese aspecto México nos lleva una trayectoria de años, aunque desde mi percepción creo que en México pintar bonito si se ha vuelto una moda. Yo no peleo con el hecho de que esté o no de moda: si lo que quieres es pintar la calle, pues sal y hazlo, la calle es de todos. Pero igual con el tiempo el mismo medio te va a sacar, porque pasa la moda y te cansaste de pintar en la calle. Pintar en la calle no es fácil, hay que aguantar malos olores, aguantarte que te moleste la policía, el frío, vivir lleno de pintura. Por eso para mí el tema principal del street art no es la pintura, es la calle.
–¿Tú como Vogel vives de tu arte?
VOGEL: Malvivo (risas)… Desde hace bastante rato he empezado a vivir de ello, a pesar de que sé que mi mensaje es chocante y poco amable con el público. Hubo un tiempo en que la gente me decía que si quería vender tenía que hacer cosas que se vendieran. Cuando me invitaban a las ferias me valía vender y hacia algo súperoscuro y, aun así, entre tantas personas, siempre había alguno que le gustaba y compraba obra.
“Eso deja ver que sí hay otros circuitos. Y uno empieza a darse cuenta que hay redes para todos. Por ejemplo, mi nicho tiene algo muy político, tiene que ver con gente que tiene alguna relación política o social. En Colombia existe un mercado pequeño de coleccionismo, pero que se está abriendo y creciendo. Sin embargo, vivir del arte es una decisión muy difícil. Si lo que quieres en la vida por encima de otras cosas es hacer dinero, pues dedícate a otra cosa relacionada directamente con el dinero.
–¿Qué opinas de que una pieza de Banksy que cueste 100 mil libras o más?
VOGEL: Yo estaba en España cuando Banksy vendió su primer obra por no sé cuántos millones de libras esterlinas. En ese momento pensé que ya se había acabado Banksy, pero apenas le llegó el dinero organizó un festival con gente que estuviera haciendo esténcil por todo el mundo. Lo que hizo fue decir: ‘¡Aquí seguimos!’ Cualquier otro realmente interesado en el dinero se compra una isla, un yate y bye…
“¿Quién no quiere que le paguen bien por su trabajo? El problema no es cuánto dinero ganas, sino lo que haces con él. Al igual que el arte, el dinero es otra herramienta. Si lo que quieres es compartir con la gente en la calle, pues úsalo para eso; pero si lo que quieres es ser rico y andar en yate para poder estar lejos de la gente, eso es otro cuento.
Lo único que puede transformar este mundo es el arte, porque el arte no tiene compromisos, no tiene norte, no va para ningún lado, únicamente sirve para decir aquí estoy. El arte permite comprender lo que sucede en determinado momento, por eso no me gusta lo decorativo”.
“Hay una frase que dice: ‘Street art save my life’. En muchos casos en Colombia es cierto, hay chicos que han dejado de ser criminales por pintar, a pesar de que algunos crecen en ambientes muy complicados, en los que salirse de esas dinámicas en la calle no es fácil. Pero lo han hecho”.
Texto: Jessica Sánchez
Editó: Appel
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