Por Mauricio Ruiz

 

Esta mañana me senté en la mesa de la cocina y pensé mucho sobre una pregunta: ¿Qué edad tenía cuando vi el grafiti y el arte urbano por primera vez en mi vida? Era un ejercicio de memoria, una pregunta que en apariencia parecía trivial, incluso incómoda, pero cuanto más trataba de ordenar las imágenes de mi niñez, menos seguro estaba.

Al final pude rastrear en mi memoria hasta una vieja película, Warriors, un film estadounidense sobre pandillas callejeras en el Nueva York de finales de los setenta y principios de los ochenta. Uno de mis hermanos mayores, un fanático de las películas de acción policiacas, lo encontró en el videoclub y lo trajo a casa. Debí de tener cuatro o cinco años, y lo pusimos en la vieja Betamax, los dos tendidos boca abajo sobre la alfombra de la sala de televisión de mis padres. En la pantalla aparecían imágenes de trenes subterráneos en movimiento lento donde no quedaba espacio en los vagones sin grafitis, símbolos pintados con aerosol que cubrían puertas y ventanas, palabras que reclamaban un espacio público que pertenecía a todos y a nadie.

No me di cuenta de lo poco que sabía sobre grafiti y arte callejero hasta hace unos días, cuando me uní a una visita guiada a pie por el canal de Bruselas organizada por la asociación sin fines de lucro Fais Le Trottoir (Andando la calle), una organización que fomenta la conciencia pública sobre las diferentes formas del arte urbano en la capital belga. El punto de encuentro estaba en la esquina de Rue du Cheval Noir y Quai du Hainaut, en la orilla oeste del canal, en Molenbeek, cerca del museo MIMA (Millennium Iconoclast Museum of Art). El día era claro, el sol intenso; los ciclistas pedaleaban curiosos sobre lo que el grupo estaba haciendo.

“Los orígenes del grafiti se remontan a la antigüedad, a Grecia y Roma, incluso a Egipto”, dijo Thyl, grafitero y artista urbano. “Tal como lo conocemos hoy, su surgimiento ocurrió en Filadelfia y Nueva York”. Mencionó Cornbread, que era el nombre (firma o tag) utilizado por Darryl McCray, cuyas letras distintivas se volvieron emblemáticas en el arte callejero de Filadelfia de los años 60 y 70. También estaba Taki 183, un artista griego que también se hizo famoso por sus tags en las calles de Nueva York. El desarrollo del grafiti y del arte callejero, señaló Thyl, estaba estrechamente relacionado con el del Hip-Hop, el Break Dance y la música de DJ. “Hay un gran libro de Martha Cooper llamado Subway Art. Realmente deberían echarle un vistazo “.

Caminamos por Rue du Cheval Noir, una calle estrecha en forma de L, y admiramos algunas de las muestras de arte en las paredes. “Un throw up (throwie o vomitado) es la técnica utilizada cuando el grafiti se realiza de prisa”, explicó Thyl. “Puedes ver algunos ejemplos aquí y aquí”. A lo largo de los años, el arte urbano ha creado su propia terminología. Por ejemplo, se llama TOY, el acrónimo de Troll Over You,  cuando un artista pinta sobre el trabajo de otro, ya sea deliberadamente o por ignorancia. Un Ángel se refiere a un artista respetado que falleció. Los admiradores etiquetan (tagean) sus nombres en una pared con halos encima de ellos. Uno puede echar un vistazo a cómo era vivir en el Nueva York de los 70, la atmósfera sombría del mundo subterráneo, en la historia magistral de Don Delillo, El ángel Esmeralda.

Un elemento central del grafiti y el arte callejero es la noción de ilegalidad. “En Bruselas se puede decir que la actitud hacia el arte callejero es más o menos relajada”, comentó Thyl. “Las multas pueden ir de 150 a 750 euros por rayar. En Lieja es más duro. Te arriesgas a enfrentar un proceso judicial desde el primer momento “. Arno2bal (del colectivo Farm Prod), otro artista callejero e ilustrador urbano, comentó que tal vez sea esta actitud de laissez-faire (dejar hacer) la que atrae a tantos artistas de otras partes de Europa. “En los meses de verano, muchos de ellos toman el tren, pasan un par de meses aquí con personas de ideas afines. Aprovechan mucho la experiencia “.

En las paredes justo al lado del canal vemos algunos murales (frescos), o creaciones de arte callejero que han sido encargadas por las autoridades públicas. En un mural la idea de la ilegalidad está ausente. Caminamos en dirección a Porte de Ninove y la conversación inevitablemente giró a las obras de Vincent Glowinski, también conocido como Bonom, cuyas creaciones de arte callejero impactaron y maravillaron a los habitantes de Bruselas. “Para algunas de sus creaciones, las realmente grandes, tuvo que descender con una cuerda en lo que se llama una técnica a rapel. Es capaz de usar las dos manos. Sobra decir que es realmente talentoso.” La reputación de Bonom creció en gran parte gracias a las imágenes eróticas que comenzaron a aparecer en Bruselas entre 2005 y 2010.

Después de haber enfrentado cargos en 2010, Glowinski decidió pasar la página y dejar atrás la historia de Bonom. “Ahora está usando una técnica llamada ‘cepillo humano’. Sus movimientos son grabados por una cámara especial, y luego se muestran al público. Se pueden ver todo tipo de formas inusuales “.

Para finalizar la visita, caminamos por Boulevard de l’Abattoir hacia la estación de trenes del sur. En Rue Moretus nos detuvimos para admirar una gran creación de Sozyone Gonzalez, un artista belga que junto con Smimooz Exel fundó De Puta Madre, una de las bandas de hip-hop más exitosas de Bélgica. Sozyone desde entonces ha hecho de Valencia su hogar, pero las calles de Bruselas aún guardan cariñosos recuerdos de él.

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*Esta crónica fue publicada el 20 de agosto de 2018 en el portal europeo Brussels Express y su autor es el escritor mexicano Mauricio Ruiz. Con su permiso reproducimos el texto en una versión en español y editada. El original en inglés puede leerse aquí.