Mural de Toxicómano

Mural de Toxicómano

El movimiento de arte urbano en Bogotá ha crecido por diversos factores: el desarrollo de diferentes tendencias artísticas que exploran la imagen y sus usos; la implementación de políticas públicas de inclusión y tolerancia enmarcadas en el proceso de paz en la ciudad, y una necesidad de los jóvenes principalmente por expresar el inconformismo frente a la situación actual del país y la capital.

El street art se ha posicionado en Bogotá con gran fuerza y diversidad y con un estilo propio, lo que ha despertado la atención internacional.

Muro entrevistó a los artistas colombianos Toxicómano y Lesivo, que integran el Colectivo Bogotá StreetArt, para que relataran a nuestros lectores cómo se ha ido desarrollando el movimiento y cuál es el ambiente del arte urbano hoy en la ciudad capital.

Mural de Toxicómano. Foto: Cortesía del autor

Mural de Toxicómano. Foto: Cortesía del autor

–Hay artistas que exploran varias técnicas y otros que se quedan con una sola. ¿Por qué decidieron ustedes trabajar únicamente con el esténcil?

LESIVO: Empecé con el esténcil porque en ese entonces con una lata que costaba tres mil pesos colombianos podía repetir una misma imagen más de cien veces y tener un impacto más grande. Eso me parecía interesante.

TOXICÓMANO: Usaba plantillas para estamparme camisetas de los grupos que me gustaban, y que originales costaban mucho dinero. Después de eso caí en cuenta de que podía utilizar plantillas también para pintar en la calle. Me gusta el esténcil porque es una técnica en realidad muy sencilla y que le permite a la gente como yo, que no es tan diestra para el dibujo, que igual pueda expresarse.

–¿Cómo era rayar en 2001 y cómo es rayar ahora?

LESIVO: En 2001 había muy poco movimiento. Muchos de nosotros apenas estábamos mirando fanzines. En ellos encontrábamos un montón de cosas en torno a la imagen, aunque no necesariamente eso estuviera ligada al tema del grafiti o del street art. Era la primera movida. Para esa época estaban emergiendo tendencias en torno al diseño y a la imagen, que incluía la calle, es decir, respondían más a ciertas necesidades relacionadas con el uso comunicativo de la imagen y no directamente con la calle.

TOXICÓMANO: La situación ha cambiado radicalmente. En 2001 no sabíamos nada de nada, había muy pocos aerosoles, no se conocía tampoco la técnica, internet apenas estaba llegando y las redes sociales todavía no existían. Era muy diferente. Sin embargo, pienso que tal vez sí había un ánimo más fuerte que el de ahora, cuando todos jugamos muy cómodos en el movimiento. Quizá al principio hubo una fuerza mayor porque no era fácil. Ahora que lo es, cambia un poco el asunto. Pero hay que aprovechar eso y gestionar cada vez más cosas de mejor calidad. Por otro lado, la historia de la ciudad también ha cambiado radicalmente en los últimos diez años, y creo que todo eso nos ha cambiado y afectado igualmente.

Mural de Lesivo. Foto: Cortesía del autor

Mural de Lesivo. Foto: Cortesía del autor

–¿Qué momentos importantes ha vivido recientemente el grafiti en Bogotá?

TOXICÓMANO: Hubo una explosión con el primer festival que organizó Excusado Print System y que se llamó Desfase. Fue la primera vez que se encontraron unos con otros. Otro episodio importante pudo ser desgraciadamente el asesinato de Diego Felipe Becerra, un joven que fue ultimado por un policía mientras hacía un grafiti. El ambiente se estaba saturando de violencia contra la gente que pintaba en las calles y desafortunadamente ocurrió eso. Fue algo a lo que los medios y la sociedad en general le pusieron mucha atención y que cambió su posición frente al arte urbano. Creo que esos han sido los hechos sobresalientes.

LESIVO: Otro evento importante ocurrió en 2006: la propuesta de “Muros libres”, la primera iniciativa que surgió de la Alcaldía y en la que reunió a más de 30 artistas y escritores de grafiti para pintar más de 100 metros de muro. Ese evento generó un impacto tanto para los que estábamos en el medio como para los espectadores, quienes cambiaron su percepción frente al street art, con el hecho novedoso de que se podía pintar un muro de día y frente a mucha gente. De ahí en adelante aparecieron los apoyos institucionales constantes para los artistas.

–¿Cómo se relaciona su gráfica con lo político?

TOXICÓMANO: Cualquier persona que se manifieste en la calle, ya sea pintando, interviniendo un espacio o hablando, efectúa un hecho político. Dentro de ese involucramiento hay varias facetas. Nosotros tratamos de estar pendientes de lo que sucede en la ciudad para generar preguntas y tratar de responderlas con los demás en tanto ciudadanos que somos.

LESIVO: Sólo con el hecho de estar en la vía pública ya se ejerce la política. En particular, nuestro trabajo gira mucho en torno al tema de la comunicación y del mensaje. Digamos que priman algunas ideas o cuestionamientos de nosotros mismos antes que las imágenes como tal. Todo lo hacemos pensando en un tema o alguna cosa que nos inquiete y eso hace que, por lo menos en mi caso, el grafiti no parta de lo estético o artístico, sino de la concepción de una idea, y desde de ahí escojo una seria de imágenes que la comuniquen.

Mural de Toxicómano. Foto: Cortesía del autor

Mural de Toxicómano. Foto: Cortesía del autor

–¿En qué tipo de proyectos les gusta participar y en cuáles no?

LESIVO: Los que más nos interesan son los que generamos de manera autónoma e independiente y, en esos términos, están los proyectos que hacemos con los libros, las publicaciones y la organización de eventos. A este tipo de proyectos se les puede dar una mirada como autor, porque estamos nosotros seleccionando lo que va y por qué. El otro tema es el de las redes sociales, que apenas estamos aprendiendo a manejar y mostrar como un carácter y una percepción sobre lo que creemos de la ciudad y de lo demás en general. Esos son los que más nos agradan, porque los mantenemos constantemente y sin importar que estemos o no vinculados a otro proyecto.

Continúa el artista con su respuesta:

“Hay otros proyectos que aceptamos, pero intentamos que sean propuestas ligadas a nuestro trabajo de autor. Hay proyectos en los que uno se debe aplicar más en términos de reproducción de una imagen, e intentamos en la medida de lo posible que sea algo que nos permita explorar con nuestras propias imágenes y nuestro trabajo.

TOXICÓMANO: A mi me gusta trabajar en aspectos culturales, ya sea con nuestro dinero o el de otras personas. Es el énfasis que yo trato de poner en el trabajo y de esa manera yo puedo hacer lo que me gusta hacer y construir un diálogo con la sociedad que logro concretar mediante lo que pinto.

–Algunas veces han dictado talleres: ¿qué les parece la parte pedagógica del street art?

TOXICÓMANO: Nunca ha sido nuestra idea generar talleres; son otras personas que se acercan a pedirlos. A mí casi nunca me han gustado porque al final sólo se trata de enseñar a hacer una plantilla y todo el mundo lo puede hacer. Tratamos que la gente se inspire o vea algo, pero pienso que no hacemos pedagogía, ni que nuestro interés esté centrado en la técnica. Incluso yo también busco en Youtube tutoriales para hacer cosas. Entonces no considero que pueda dar talleres. Es chévere interactuar con la comunidad, con la gente y con los niños, pero mi énfasis no está enfocado en eso.

“Además, pienso que esto es algo autodidacta: si la persona está convencida, buscará información, experimentará y se aventurará. De esa manera le vendrá la información. No creo que el grafiti le llegue de la misma manera a alguien que espera como una esponja a que todo le llegue o le rebote. No se trata de aprender a manejar un aerosol; cualquiera puede aprender a manejar un aerosol. Es el ánimo de querer salir a hacer algo. Las técnicas en cualquier lugar se aprenden; en cambio, el espíritu es algo que se tiene o no”.

LESIVO: Para mí el tema es básicamente la constancia, salir a grafitear y hacerlo muchas veces; reconocer la ciudad, ver cómo es que se mueve, saber cómo funcionan los lugares y qué funciona. Eso es realmente lo que motiva la cosa, lo otro es un dominio técnico, pero lo importantes es desarrollar una constancia, una intención y un reconocimiento de la ciudad. Es como la gente que se compra una súper cámara de fotografía y si no tiene claro qué quiere hacer, no pasa nada. Lo mismo pasa al manejar un aerosol.

Mural de Lesivo. Foto: Cortesía del autor

Mural de Lesivo. Foto: Cortesía del autor

–Es una realidad que vivir comercialmente del arte es difícil. ¿Cómo únen lo comercial con lo artístico? ¿Cómo lograron comercializar su propuesta?

TOXICÓMANO: Hemos sido afortunados, pues la historia de la ciudad se ha dado de esta manera. Al principio no podíamos vivir del street art y ahora mal que bien lo podemos hacer. A veces hay que hacer cosas que a uno no le gustan, pero si realmente estás enfocado en lo que haces, con el tiempo puedes decidir más en qué proyectos participas. Eso depende de la ética de cada quien. Hay personas que no harían nada para una marca de cigarrillos o alcohol o para una multinacional. Nosotros intentamos que lo que hagamos corresponda con lo que pensamos en la medida de lo posible. Seguramente algunas veces hemos hecho cosas para poder pagar el arriendo, pero una vez cubierto, lo que venga después hay que tratar de escogerlo y tener un poco de control de dónde provienen tus ingresos, por decirlo así.

LESIVO: En mi caso hay otro tipo de satisfacciones: además de que no hay que cumplir un horario de oficina, uno puede estar en la calle. Por otro lado, también depende de la creatividad de cada quien para ver cómo exhibir y vender obra. No es necesario quedarse con un solo formato o producto, como las publicaciones, los stickers, las camisetas… no hay que ofrecer un sólo tipo de producto a la gente. Eso permite que se difunda el mensaje y que se pueda vender más fácilmente. Y así poder mantenerse haciendo lo de uno.

–¿El movimiento de street art en Bogotá ha generado un mercado o ha llegado al punto de convocar coleccionistas?

LESIVO: Apenas empieza. Hay un acercamiento a las revistas, magazines o redes sociales, pero es algo que comienza a suceder. Cada artista hace su mercado, pero es una cosa tan emergente que todavía depende del tipo de actividad que tu hagas o desempeñes, como participar con una imagen en una revista o hacer una camiseta. De ese modo uno va creando una serie de referentes para saber qué tipo de producto ofrecer con tu gráfica.
“Ese mercado impone unas condiciones que no son tan chéveres y un ambiente que es un poco incómodo. Eso tiene otras implicaciones, como por ejemplo el tema de los porcentajes: uno al final se va adaptando y genera estrategias, como hacer serigrafías de menor precio, stickers o un proyecto de calendarios, con el propósito de no generar ansiedad y necesidad de formar parte del mercado del arte tradicional, el cual no lo veo tan deseable”.

TOXICÓMANO: Posiblemente el mercado se ha ampliado porque la oferta también se ha ampliado. Muchos proyectos se han consolidado. Por ejemplo, mucha gente que tiene marcas de ropa han montado locales, han hecho exposiciones aquí o en otros lugares y en esa medida se van tejiendo otras dinámicas en la que la gente le pone cada vez más atención y valora más el arte urbano. Hay mercado para todos los gustos. Algunos artistas no me gustan mucho porque tienen una posición muy light o decorativa. Pero en general el sector sí se ha ampliado, y seguro lo hará más, pues cuando tú comparas Bogotá con otras ciudades más grandes, pareciera que este movimiento apenas está comenzando aquí.

Intervención de Toxicómano en Berlín. Foto: Cortesía del autor

Intervención de Toxicómano en Berlín. Foto: Cortesía del autor

–Hace poco estuviste en Miami para la Feria de Art Basel. ¿Cómo fue la experiencia?

TOXICÓMANO: Estuve en Miami, pero no en Art Basel. Alrededor de ésta hay un montón de ferias y otras cosas. En realidad iba enfocado a pintar en la calle y el barrio. Allá hay un gran movimiento que se mueve con dinero, además de que circulan mucho las obras de los artistas. Es una sobredimensión de todo; es lo mejor que saben hacer los norteamericanos: agrandar algo hasta el punto de llegar a destruirlo, y ese proceso se dará dentro de algunos años. Pero conocí otras personas y mentalidades y aprendí nuevas técnicas, además de conseguir dinero.

–¿Hacia dónde se dirige el movimiento en Bogotá?

LESIVO: Es difícil saberlo. Pero veo la misma espontaneidad con la que se ha dado y en especial esa manera tan autodidacta y empírica con la que se adapta a los cambios de la ciudad y sus políticas. Se nota que hay demasiadas tendencias y discursos del arte urbano alrededor de lo que pasa en la ciudad. Pero el encanto de este movimiento siempre ha estado en su incertidumbre, porque el cambio es permanente. Aventurarse a pronosticar a dónde se dirigirá es quitarle el encanto de asombrarse frente a la diversidad de contenidos que puede ir generando la ciudad en su devenir.

TOXICÓMANO: Yo tampoco se para dónde va, y nunca se ha sabido. Es la base del street art: que no se puede controlar, ni regular ni encausar, simplemente todo el mundo sigue trabajando. Mientras exista el arte urbano seguirá generando dinámicas. Pienso que ya hubo una generación que estuvo a cargo del asunto y vendrá otra generación totalmente renovada y con otros cuestionamientos que seguirá apoderándose de la ciudad.

–¿Qué les incomoda del actual movimiento de street art?

TOXICÓMANO: No soy un romántico del grafiti, ni tampoco he hecho muchos muros ilegales; no soy el vándalo, soy una persona normal que en algún momento decidió apropiarse del espacio que había para expresarse. Los tiempos cambian y cada vez hay más opciones de hacer cosas. Es muy inconsciente el que tenga las herramientas y no las quiera aprovechar. Algo que me ha enseñado pintar en la calle es que con el tiempo aceptaré muchas cosas con las que no estoy de acuerdo. Y hay que estar dispuesto a dejar que esos cambios se generen.

LESIVO: Ya pasó esa etapa en la que había hasta peleas por internet o guerras de estilo en las que se tapaban las piezas de otros; ya pasamos por eso.

Obra de Lesivo. Foto: Cortesía del autor

Obra de Lesivo. Foto: Cortesía del autor

–¿Qué opinas de la gente que considera el grafiti como un acto vandálico y que le molesta este movimiento en la ciudad?

TOXICÓMANO: No es algo que pasa sólo en Bogotá, ni solo con el street art. Hay gente que le gusta una música, gente que la odia y gente que no le importa la música. Hay gente que sólo le gusta el grafiti bonito o decorativo, a otra sólo lo feo, y a unas más, nada; es un “tire y afloje” todo el tiempo. Yo me imagino que si el punk hubiera nacido en 1910, no hubiera tenido tanta acogida y hubiera sido desechado al día siguiente; pero nació a finales de los setentas, en un momento idóneo. Seguramente en unos años vuelve a tener enganche y creo que así es un poco el grafiti. Cambia de ciudad a ciudad y es una cosa muy amplia y magnífica, y por eso es muy difícil que se limite o agote.

LESIVO: En el país hay una visión muy doble moralista y coja. La gente habla de que no le gustan las firmas ni el vandalismo, pero no tiene interés en reevaluar el tema de la contaminación visual y desarrollar un plan integral sobre la imagen de la ciudad. Actúan con un carácter moralista y tratando de equiparar lo que es bueno, malo, bonito o feo. No hay una percepción de apropiación de la ciudad y de un cambio certero. A nosotros incluso nos beneficia mucho esa lógica en la cual para mucha gente lo que pase de la puerta para afuera no es su problema: muchas veces uno puede pintar y llegar a muchos espacios porque están totalmente abandonados, y lo digo literal, no sólo que no estén habitados, simplemente a nadie le importan. A un gran porcentaje de la población no le importa lo que pase de la puerta de su casa para afuera, porque “esto no es mío”, como decía el periodista Jaime Garzón. Eso a nosotros nos genera beneficios porque, insisto, llegamos a espacios que a nadie le importan. Y es que también es difícil generar espacios de apropiación de la ciudad y que la sociedad valore las actividades que hay ya en la calle.

El entrevistado concluye:

LESIVO: Al final persiste ese prejuicio de que el grafiti causa un daño y un deterioro, pero es falso. Eso sucede si te estrellan un carro y derriba o daña la pared o te ponen una valla gigante de publicidad. Puede llegar a ser algo intrascendente. Es más desagradable para mí cuando cierran las obras y las llenan de carteles y publicidad durante 25 meses que dura la construcción de un edificio. Pero como las empresas constructoras tienen un patrimonio de miles de millones de pesos, a ellas no les dicen nada.

Texto: Jessica Sánchez

Editó: Appel

Mural de Lesivo

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