Stinkfish –cuyo nombre verdadero, edad y hasta rostro suele ocultar– nació en México, pero desde muy pequeño migró a Bogotá, Colombia, donde en 2003 comenzó a pintar. Con algunos de sus amigos de aquella época formó el colectivo Excused Printsystem. Años después fundó el crew APC ( Animal Power Culture) con el artista Aeon (Lorenzo Masnah), al que se han unido decenas de creadores no sólo de Colombia, también de México, Estados Unidos, Venezuela y otros países de Latinoamérica, además de Brasil y de algunos países de Europa como España u Holanda. Su divisa es la total libertad de creación.
De la obra de Stinkfish se ha dicho que llega a “cortar el aliento” (The Street Art Curator, 21 de septiembre de 2013). Su estilo multicolor es inconfundible. Su método también: Stinkfish transforma en obra las imágenes fotográficas que él captura por donde va. Una vez que elige el personaje o los personajes, elabora esténciles de medio y gran tamaño que utiliza en una sola ocasión. El resultado lo combina con efectos coloridos, psicodélicos.
Resaltan sus retratos de niños. Stinkfish explica a Muro: “La mayor parte de la gente con la que me relaciono artísticamente son niños. Con ellos encuentro una conexión más directa. Cuando estoy en la calle estoy más pendiente de los niños, quienes tienen una actitud muy libre. Pocas veces hago fotografías con poses. Mis fotos son naturales. Y los niños tienen una actitud muy abierta frente a la cámara. Son más espontáneos estén donde estén: en el médico, el colegio, la iglesia, la calle…”.
La siguiente es la plática que sostuvimos con el artista latinoamericano.

Mural de Stinkfish en Bogotá, Colombia, Diciembre de 2015, usando como base una fotografía tomada en una sala de espera del aeropuerto de Tegel en Berlín en noviembre de 2013. Foto: Flickr de Stinkfish.
–Hay un pasaje de tu biografía artística que quisiera que me platiques. Es aquel en que se relata que tu primera pinta de referencia fue la famosa imagen del pequeño hijo del presidente John F. Kennedy haciendo el saludo de despedida al cuerpo de su padre asesinado. La leyenda dice que esa imagen la repetiste muchísimas veces y la policía te detuvo por eso en 2003… ¿Qué sucedió exactamente y por qué en ese momento elegiste tal imagen?
STINKFISH: No fue mi primera imagen en la calle. En una entevista dije que era una de las primeras que recordaba bastante, una que marcó lo que quería hacer en aquel momento. Comencé a pintar en la calle en 2003. En esa época unos amigos y yo creamos un grupo y hacíamos un montón de imágenes muy diferentes, muy random (al azar) a partir de las fotos que encontrábamos en revistas, o de frases y otras cosas… Y un día di con esa imagen, la del hijo del presidente Kennedy y me gustó mucho. Me enteré de la historia que había detrás. Y la recuerdo mucho porque fue una de las primeras imágenes que usé para mi trabajo a partir de una fotografía. Más adelante mi trabajo quedó marcado por esa forma de trabajar.
–Y la policía te detuvo…
STINKFISH: Sí, colocando esa imagen. La policía no me detuvo como tal, pero fue uno de mis primeros encuentros con la policía. Fue la primera vez también que me di cuenta cómo se podía lidiar con los policías en una ciudad como Bogotá, donde las leyes, que han cambiado mucho en los últimos diez años, no existen como tal. Hasta ahora se estableció la primera ley sobre grafiti en Colombia.
–¿Y esa ley es más flexible?…
STINKFISH: No necesariamente. Es muy complicado hablar de ese tema porque las leyes siempre serán leyes y están planeadas para ser transformadas y que se vuelvan cada vez más severas. La primera ley fue en apariencia muy conciliadora, pero un año después de ser emitida la enmendaron y se volvió más estricta, y seguramente en otros cinco años se volverá súperestricta. Se ha hablado mucho de lo que ha pasado en el grafiti en Colombia, pero desde una perspectiva muy mediática y, por tanto, se vende una visión muy conciliadora de la ley, pero si uno está dentro de este medio sabe que no es así.
–¿Y esa ley ya ha tenido efectos negativos constatables en el movimiento de street art en Colombia?
STINKFISH: Son leyes todavía muy nuevas. Colombia es un país donde la ley no se crea y se aplica al siguiente día. Los artistas pueden hacer todavía muchas cosas tranquilamente, pero en el futuro comenzará a cambiar el trabajo en la calle, no podría decir si de manera positiva o negativa, ya que para mí el grafiti es algo que en esencia es ilegal. Muchas personas se han volcado hacia la conciliación: comienzan a trabajar con instituciones, comienzan a trabajar en proyectos muy marcados por ese enfoque conciliador. Yo he preferido quedarme del otro lado, seguir haciendo mi trabajo como siempre lo he hecho.

Mural de Stinkfish en Hong Kong realizado en agosto de 2015 a partir de una fotografía tomada en Tonalá, Jalisco, México, en marzo de 2014. Foto: Flickr de Stinkfish
–Precisamente, sobre la ilegalidad del grafiti y del street art, tú dices en una entrevista: ‘La independencia es básica en el concepto del grafiti, si una institución financia y da permiso para algo que por naturaleza es ilegal, se pierde todo el mensaje’. Muchos festivales actualmente son financiados por instituciones y, de hecho, las autoridades están buscando asociarse al street art por intereses políticos, para hacer creer que se interesan por los jóvenes, que los entienden… ¿Qué piensas de eso?
STINKFISH: Esa dinámica ha tomado mucha fuerza últimamente, pero no es algo nuevo. Llevo trabajando más de diez años en la calle, he vivido de primera mano ese tema. Con el grupo que empecé, del cual después me salí, y en otras oportunidades, trabajé en proyectos institucionales. Llegamos a hacer cosas comerciales. Pero a partir de esa experiencia formé mi visión de lo que es el grafiti…
–¿Ahora ya no participas en proyectos financiados por autoridades?
STINKFISH: Me refiero principalmente a cómo enfocas la línea de tu trabajo. Para mí trabajar de manera independiente sigue siendo lo más importante. Tengo la posibilidad de trabajar en diferentes proyectos, me invitan a otros países o ciudades a participar en festivales que a veces son independientes, otras con organizaciones institucionales que tienen patrocinios comerciales. Pero eso es una parte de mi trabajo. Lo que pasa con algunas personas es que cuando entran a ese mundo de posibilidades, vuelcan su trabajo totalmente a esos espacios (institucionales). Y es ahí donde a mí me parece que se pierde un montón de potencia del trabajo en el grafiti: hay personas que salían a pintar algo todos los días aunque fuera pequeño, y que empiezan a trabajar solo a través de invitaciones y patrocinios. Lo que yo trato de mantener es un balance, pero siempre teniendo claro que mi trabajo fundamental es independiente.
“Si me invitan a un festival, voy, pero siempre con la intención de hacer mucho más: pintar muros por mi cuenta, conocer gente, a pegar stickers, hacer firmas, pegar carteles…es una manera que me permite llegar a otros espacios que me interesan. Las miradas, las opiniones, lo que se dice en torno al movimiento del grafiti hoy en día tiene que ir mucho más allá de lo institucional y de lo comercial. Si la única voz que tiene la gente es la de una institución que solamente le interesa decir ‘esto es lo permitido, esto es lo que funciona’, las nuevas generaciones que salgan a la calle crecerán con una mirada muy estrecha. Por eso recalco la importancia de lo ilegal, lo independiente… y evitar los espacios de confort: te tenemos esta grúa, estas latas, esta pared, este dinero, y luego creer que esos espacios hacen el grafiti. Eso es una gran equivocación”.

Mural de Stinkfish en colaboración con Zasinha del colectivo APC. Centro de Bogotá, Colombia, junio de 2015. Obra basada en una fotografía tomada en Chicago, Estados Unidos, en mayo de 2014. Foto: Flickr de Stinkfish
–Y hablando sobre esa zona de confortabilidad, también has dicho que tampoco el mundo de las galerías te sienta bien. Sin embargo, hace poco presentaste una exposición en una galería londinense, la Pure Evil Gallery. ¿Qué te motivo para exponer ahí tu obra?
STINKFISH: He participado en varias exposiciones colectivas e individuales. Mi motivación es la misma: si hay un espacio que pueda aprovechar para poder subsistir y financiar proyectos que son independientes, lo acepto. Hay personas que siguen la lógica de hacer un nombre y después entrar en las galerías, que es también una zona de confort: ‘expongo una vez cada mes o cada dos meses y participo en dos o tres festivales’. Si me preguntan sobre ese tema, yo contesto que a mí no me interesa el mundo de las galerías ni del arte. No me interesa que mi trabajo se concentre en eso. Es una manera de llegar a la independencia: llegar a ese espacio y mostrar tu trabajo tal cual es.
“Cada quien sigue su camino. En mi grupo de grafiti, amigos cercanos, cada quien tiene su visión sobre qué es la calle, cómo se trabaja, sobre las galerías, el mundo del arte. Creo que algo muy importante del grafiti es también esa diversidad de miradas. Poder compartir espacios, lugares y tiempos, pero a la vez poder tener ese abanico de formas de ver la calle”.
–Es decir que no eres un fundamentalista del street art y te asumes como un artista tolerante…
STINKFISH: Sí, claro. Empecé hace un buen tiempo y probé diferentes cosas. Al principio no sabía absolutamente nada y era un momento en que no se encontraba demasiada información. A partir de errores y aciertos fui creando mi manera de hacer las cosas. Soy radical en mi trabajo y en mis opiniones, pero en la calle obviamente compartes un montón de cosas. No se puede decir ‘esto está bien y esto está mal’, pero sí se puede anotar lo que tú piensas.
–Te menciono el tema del radicalismo a raíz de un posicionamiento muy firme que expresaste públicamente. Te referías al “mensaje contundente” de tu trabajo, “político como ninguno”. Y decías: “aquí estoy y existo por encima de este sistema que anula y mata al que no pertenece a sus lógicas; aquí estoy y pinto estas calles cuando quiero y como quiero por más vigilantes, más policías, por más cámaras de seguridad que existan. Si mañana yo no estoy, miles más estarán”. Me comentas que no crees que el street art sea sólo esta forma en que tú la concibes; que sólo es street art el que aporta un mensaje político…
STINKFISH: Hay varias cosas. La primera: me parece que el término street art es uno prefabricado, con excesos comerciales muy claros. Yo prefiero hablar de mi trabajo y del de otras personas como grafiti. Segundo: la cuestión política genera discusiones y conflictos en el medio del grafiti. Se puede centrar en el mensaje como tal, el contenido en el grafiti, en la frase que se escribe o en la imagen que se pinta. Para mí el grafiti, politicamente hablando, está más centrado en la acción misma, en la lógica de hacer grafiti: en salir a la calle, en pintar donde quieres, cuando quieres y lo que quieres. Creo que ese mensaje político es mucho más fuerte que el que podrías encontrar en el texto. Es la acción, es la manera en que entiendes tu vida. La idea que citas se refiere a eso. Me refiero al inmenso mundo que está detrás del grafiti y que va mucho más allá de esa parte mediática de lo que se llama street art y que los últimos años ha tenido un despliegue que en realidad no corresponde con el trabajo de muchas personas. Muchos nombres se han vuelto famosillos, como el mío y el de otras personas en el mundo, pero es una pequeñísima parte de la gente que está haciendo grafiti y que está sosteniendo todo. Todas las noches salen nuevas personas a pintar en todos lados de mi ciudad. Y eso pasa en muchas ciudades.

Mural de Stinkfish en Amsterdam Nieuw-West, Holanda, realizado en abril de 2015 a partir de una fotografía tomada en la estación de buses de Pokhara, Nepal, en agosto de 2013. Foto: Flickr de Stinkfish
–Tú naciste en México y posiblemente guardas vínculos con el país. ¿Qué opinas de la situación de violencia y de violaciones a los derechos humanos que vive?
STINKFISH: No ocurre sólo en México. Colombia también tiene una historia súperdensa de violencia. Siendo latinoamericano conoces algo de la historia de todo lo que nos ha tocado vivir de México para abajo del continente. Mi posición frente a la situación en México es la de esas personas que no están de acuerdo sobre todo con el gobierno. Y es por eso que creo que el grafiti ha estado ahí para denunciar. Más allá de momentos específicos, el grafiti siempre ha estado para denunciar lo que está pasando con un gobierno, en un país y en sus calles; cuáles son las motivaciones de muchas personas de salir a la calle. Cuando citaste lo que dije de que ‘existo y estoy aquí’, frente a un gobierno que puede reducirnos a ser una ficha más el grafiti nos permite decir ‘estamos aquí’, a pesar de todos los muertos ‘estamos aquí’, a pesar del sistema de terror en que nos quieren introducir. El grafiti está ahí siempre y es sin duda uno de los movimientos de denuncia más importantes que han existido en los últimas tres o cuatro décadas en el mundo.
–¿Y tú observas que el movimiento del grafiti, o del street art, digamos, está siendo lo suficientemente crítico con la situación o a la altura de la gravedad mexicana?
STINKFISH: Creo que el grafiti no debe atravesar por esa idea de que sea suficientemente crítico o decir ciertas cosas. No hay que ver su impacto desde el discurso del momento, sino desde el gran movimiento que abarca a una gran cantidad de personas expresando diferentes tipos de cosas. Para mí es súperimportante la persona que sale a una marcha, a poner una consigna sobre los 43 (estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos), (Álvaro) Uribe (el expresidente colombiano) o las FARC (la guerrilla colombiana), como tan importante es la chica o el chico que sale de noche a poner su nombre una y otra vez, colocando su firma por todo el barrio, por toda la ciudad. Y es por ahí que se debe valorar la efectividad del grafiti”.
Agrega Stinkfish:
“Cuando entramos en esos conflictos conceptuales sobre el componente político, se le resta importancia y potencia al grafiti. Mucha gente dice: ‘¿porqué ustedes no hacen grafiti político? ¿Qué es lo que están denunciando? ¿Por qué ponen su nombre y pintan un gatito o un perrito una y otra vez?’. Se dice éstos no importan y los otros sí porque están denunciando. En ese momento todo el trabajo que se está haciendo se comienza a dividir. Es lo que busca precisamente la autoridad: dividir. Como cuando clasifica el grafiti como ‘feo o bonito’, y genera un montón de divisiones. Pero todo lo que hacemos es importante, desde pegar un sticker hasta pintar un mural, y es ahí donde se logra observar la efectividad de un movimiento…”

Mural de Stinkfish en Cancún, México, realizado en febrero de 2015, con base en una fotografía tomada en Moscú, Rusia, en septiembre de 2013. Foto: Flickr de Stinkfish
–Es la fuerza que da la libertad de salir a la calle a expresarte más que el mensaje político o no que imprimas..
STINKFISH: Claro. Es que la dimensión política es esa: la acción misma, y es una acción política personal que se convierte en grupal. Si logras por un momento de tu día o de tu vida decir: ‘yo no pertenezco a este sistema en el que me dicen que no puedo salir a la calle a pintar o rayar las paredes, en el que me dicen que debo estudiar esto y no dedicarme a otra cosa en la vida’, estoy expresando políticamente un montón de cosas y reivindicando mi existencia. No hay que creerse que no estás haciendo política sólo porque no escribes una frase de denuncia. Yo tengo muchas posiciones políticas frente a varios temas, pero la potencia que yo busco en mi trabajo es hablarte de ciertas cosas en ciertos momentos, y si desde que empecé me hubiera preocupado por esas críticas, no hubiera hecho nada. Y lo mismo todas las personas que salen a pintar. Así sea por una hora, todo el día o sólo por cinco minutos.
El artista colombiano opina que “vivimos en un mundo donde existen muchas cosas que no tienen escape, donde por más protestas o marchas, o muchas más manifestaciones que se hacen, al siguiente día hay más muertos, más injusticias y atropellos”.
Y concluye:
“Por eso la reivindicación tiene que ser individual. Imagínate algo que nunca sucederá: que todos los habitantes de una ciudad salieran a rayar las calles. Si eso pasara habría una revolución. Un poco lo que pasó en Oaxaca, México, en 2006-2007, cuando salieron miles de personas y ganaron una notoriedad. Primero debe haber un cambio individual para que después sea colectivo. Eso es algo que hago cuando voy a cualquier lugar del mundo: me encuentro con gente que pinta en la calle y siento esa conexión, más allá de nuestras opiniones personales, o de que no hablemos el mismo idioma o no pintemos lo mismo”.
Texto: Appel
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.