CIUDAD DE MÉXICO.- En el camino de su trabajo, entre el Estadio Azteca y Santa Fé, es decir del sur al poniente de la gigantesca Ciudad de México, había algo que captaba la atención de Soylo: el arte urbano que se iba encontrando.
“Por lo general siempre me hacía la pregunta: ‘¿Qué te quieren decir (esas piezas de arte urbano)?’ No se pinta nada más por pintar, te están comunicando algo, más allá de que se trate de una cuestión de territorialidad: ‘De aquí no pasas’”, comenta Soylo, cuyo nombre real prefiere no revelar.
Esa fue una de las primeras cuestiones que se planteó sobre este movimiento artístico el ahora reconocido fotógrafo de street art Soylo, cuenta en una charla con Muro. Le intrigaba la motivación escondida detrás de esas obras de arte callejero.

Fotos de Soylo
La primera explicación que se le vino a la mente: reconocimiento.
Explica: “La mayor parte de las personas se dedican a algo para ser reconocidos, no importa lo que hagan. Es como el señor que cose botones y busca ser el mejor de la ciudad para que todas las personas le lleven sus prendas y sea reconocido. Y en algún momento espera que le griten en la calle desde lejos: ‘Hey, señor, usted es un chingón (el mejor) para coser botones”.
Continúa su razonamiento: “Somos tantos en esta ciudad que te tienes que dar a conocer o hacerte notar de alguna manera, porque si no te come y terminas siendo nadie. Todos hacen algo en la búsqueda del reconocimiento”.
Plantea que el diseño de cada artista le parece fundamental: “Admiro mucho a quien tiene la habilidad y el talento. En mi caso, comienzo a hacer el trazo y si quiero un círculo me sale un cuadro y si quiero un cuadrado me sale un triángulo; soy muy malo para dibujar. Yo no tengo esa habilidad para el diseño pero en la foto soy muy distinto”.

Fotos de Soylo
Se compara con Cecilia Jiménez, una anciana que realizó una fallida restauración del mural Eccehomo, del pintor español Elías García Martínez, lo cual causó una polémica a nivel internacional por el daño a la obra del siglo XIX, pero puso en los reflectores del mundo y generó grandes ingresos económicos a la ciudad de Zaragoza, en el este de España, por la gran demanda turística que provocó la inusual intervención.
“A los artistas urbanos –continua- los admiro porque tienen los suficientes pantalones para hacer grafiti, a pesar de que su chamba tiene un severo problema con las autoridades, siendo que sólo afectan los muros y nada más”.
Cuenta que, como una revelación, el esténcil fue un de las técnicas del diseño que lo llevó a ahondar en este movimiento: “Veía a tipos que tomaban un cartón, lo recortaban, lo sobreponían en un muro para rociarle pintura y como resultado quedaba algo plasmado. Era una técnica que desconocía totalmente cuando comencé”.

Fotos de Soylo
Los primeros trabajos que observó fueron aquellos del colectivo capitalino Mother/Monkey Junkie, en los que aparecían diversos personajes de la cultura popular mexicana, entre ellos los ex futbolistas Hugo Sánchez o Evanivaldo Castro Silva “Cabinho”, que gritaban diversas frases y estaban regados por el centro de la colonia Coyoacán.
“Y me pareció aún más increíble cuando vi que a los esténciles se le podían agregar más colores para darles bidimensionalidad o tridimensionalidad. Ponían una capa de un color, después otra, después otra y al fina otra y parecía más cabrón que una fotografía; una chamba que me parece única”, dice.
Soylo inició esta travesía sólo viendo grafitis en la calles de la capital mexicana. Al cargar ocasionalmente con su cámara fotográfica, comenzó a retratar las intervenciones sin ninguna finalidad, sólo por puro placer. Con el paso del tiempo descubrió la existencia de artistas de gran calidad y que en ocasiones contaban con algún patrocinio. En 2009 comenzó a publicar sus fotos en Twitter y dos años más tarde en Instagram.
Narra: “Una de las primeras fotos que subí a Instagram fue la del ovnibus que está en la Roma. Recien me había mudado a la colonia y lo descubrí porque salía con mi esposa a dar la vuelta con mi hija. Ahí es donde me di cuenta que la onda de grafitear ya era muy formal. Pero nunca, nunca, me acerqué a alguno de los artistas a preguntar qué es lo que hacían por mero respeto a su chamba”.
Explica que, actualmente, para dar con los trabajos de los grafiteros que desea fotografiar sigue varias cuentas en redes sociales de colegas, artistas o patrocinadores de street art. Pero antes del boom de las redes sociales tenía que caminar largos trayectos para hallar las obras y, por ende, descifrar las firmas para dar con sus autores, un trabajo que califica como labor de “perito”.

Fotos de Soylo
De todos los artistas que ha conocido, uno marcó su carrera. Relata que durante los trayectos habituales de su trabajo le llamó la atención el trabajo de un grafitero sobre avenida San Joaquín. El grafitero realizaba obras dependiendo de las festividades locales, como día de muertos o reyes magos, y si no había celebración pintaba animales. Pero tardaba en terminar. Durante tres años observó distintos trabajos de él hasta que un día lo vio en plena labor:
“Ese día casi ocasiono un accidente vial por detenerme en plena calle. En cuanto llegué a él vi que estaba con una chava, quien le ayudaba a pintar.
–¿A qué te dedicas?, le pregunté.
–Soy pepenador en un mercado.
–¡Chingón, pepenador y grafitero este cabrón!, pensé.
–Oye, ¿y por qué tardas tanto en terminar tus obras?, le volví a preguntar.
–¿Cuánto crees que puedo ganar de recoger basura en las calles? Imagínate: para pintar necesito comprar mínimo una caja de seis o nueve latas de distintos colores. Cada lata cuesta como 50 y tantos pesos y me tardo tres o cuatro meses para juntar el dinero. Y bueno, pues la lana la necesito para vivir. La pared me la dio la dueña de la casa con la condición de no pintar cosas feas.
Después de ese día ya no lo vi durante mucho tiempo. La pared se quedó como un año y medio o dos sin alguna obra nueva. En 2014 me lo volví a encontrar:
“Me contó:
–Estuve en el reclusorio. ¿Recuerdas a la chava con la que me viste el día que nos conocimos?
–Sí, le contesté.
–Pues tuve un hijo con ella. Pero desde que entré al reclusorio no he sabido nada de ellos, no los he vuelto a ver.
–¿Y por qué pintas?
–Porque es lo único que me queda por hacer, cabrón: pintar.
“Nunca lo volví a ver, no quiero saber de él, no me interesa indagar por qué estuvo en el reclusorio. Veo que han vuelto a pintar la misma pared en distintas ocasiones, pero me quiero quedar con una buena imagen de él”, concluye su historia Soylo.
Hoy Soylo es un conocido fotógrafo de arte urbano. Muchos artistas confían a su lente el registro de sus obras. Su archivo es envidiable.
¿Cuál es su perspectiva del grafiti? “Mi concepción del grafiti es respeto y comprensión. No es algo para que te detengas a apreciarlo. No es que digas: ‘¡Qué chingón, una bomba!’ o ‘¡No mames, qué buen tag!’, porque son puras porquerías si lo ves desde una concepción estética. Insisto, son personas que siguen el mismo tenor de ‘las calles son nuestras y nos vale madre’. Ante ello considero que buscan una identidad de pertenencia, porque son weyes (muchachos) que forman un mismo crew (grupo), pintan en los mismo lugares, se visten parecido y crean una misma tendencia”.
Comenta que otro cambio que percibe en el movimiento es que hay personas que hacen grafiti no por vandalismo, sino porque consideran que tienen la técnica o el conocimiento necesario para diseñar algo mejor. “Sobre todo si estos trabajos están hechos con sensibilidad y significado para incluir a las personas y tocar su lado más humano: vas en la calle, ves la obra y al final sólo tú vas a saber qué significa”.
Entrevista: Andrea Sánchez
Texto: Daniel Von G. y Appel
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