CIUDAD DE MÉXICO (Muro/Segunda temporada).- La expresión de las personas es su punto de partida. El artista peruano Paulo Sierrah tiene un peculiar toque en su obra: extraer la esencia de los sentimientos cada que realiza un nuevo retrato sobre un muro.
El creador participó en el festival Constructo 2015 con un mural elaborado sobre la avenida Revoluciòn, en el Centro de la Ciudad de México. Esta segunda edición contó con la participación de 18 artistas, en su mayoría originarios de América Latina, entre ellos los mexicanos Acamonchi y Arre Vrs, el argentino Bosoletti, el canadiense Jarus, los brasileños Jorge Torres y Rafael Hayashi, el chileno Uno Nueve o el tico Vero Ribera.
De hecho, la conversación para Muro se realizó momentos antes de la clausura del certamen; una fiesta organizada por la galería de arte Arca México en el Museo del Tequila y Mezcal, instalado en la emblemática plaza Garibaldi.

Mural de Sierrah en la Ciudad de México.
Quienes no conocen al creador, imaginarían a un joven mayor y con una amplia trayectoria. Sin embargo, con tan sólo 23 años de edad es ya considerado como una de las jóvenes promesas artísticas de América Latina a nivel internacional.
Actualmente se encuentra en su ciudad natal, Lima, Perú, para emprender una serie de proyectos artísticos y de promoción cultural auspiciados por el gobierno local. Su historia como artista inició a los 17 años en Bueno Aires, Argentina. Ahí vivió ocho años: de 2006 a 2014.
De manera “consciente”, cuenta que tuvo agrado por la gráfica y el diseño. A partir de ahí comenzó con una formación artística autodidacta con la consulta de libros o materiales en Internet. En ese momento, ya era consciente de que la corriente del street art tenía cierta demanda dentro del mercado del arte. Utiliza el término “consciente” porque desde niño realizaba pequeños dibujos en sus cuadernos de estudio.
Así, a sus 18 años, uno de sus primero éxitos lo obtuvo precisamente en México en el homenaje a la banda de rock Caifanes en el certamen de arte-música Ilustrando para..., en el que participaron 59 diseñadores y artistas con la creación de ilustraciones con base en las canciones de la legendaria banda.
A partir de ahí, Sierrah fue invitado a colaborar en otras exposiciones con obras digitales, además de promover su trabajo en Estados Unidos –específicamente en la ciudad de Miami-, Argentina y Brasil.
Sin más, su primer acercamiento a este movimiento fue en 2011: “En ese momento vivía en Buenos Aires. Ahí tuve un lapsus: me di cuenta que pasaba mucho tiempo frente al monitor de una computadora. Salí a la calle sin saber que había todo un mundillo del arte urbano. No conocía a nadie que se dedicara a esto. Sólo tomé lo básico: pintura y brochas. De pronto me di cuenta que pintaba un muro rayoneado; lo hice sin pensar que nadie me diría nada. A la hora de que había comenzado llegó la policía –suelta una carcajada–, pero no hubo mayor complicación porque expliqué mi situación: ‘hago una obra’; me dejaron seguir sin ningún problema.
A partir de 2012 esta actividad se le hizo un hábito, una forma de vida: “Buenos Aires es muy grande, como la Ciudad de México: abundantes edificios con inmensas fachadas, muchas personas, demasiado movimiento en tan poco espacio. Ahí, ya había visto intervenciones en la calle de varios artistas que ahora conozco. Y me dije –cuenta con seguridad–: ‘Yo quiero hacer obras que se vean’. Así es que tomé un muro graden de un piso. Me la pasé dos días metido ahí trabajando la imagen de una chica tapándose medio rostro con una máscara. De ahí partió todo”.

Micaela. Obra de Sierrah en Perú.
Su primer trabajo fue el retrato de una chica tapándose el rostro con una máscara. Sólo ella. Esta unidad se convirtió en su sello: la soledad; una esencia que se reproduce en su obra.
“Siempre he dibujado partes del cuerpo humano en distintos planos. Pero desde hace dos años me he dedicado específicamente a hacer retratos. Me gusta dibujar personas solas. Esta fijación la comprendí apenas hace un par de meses durante una entrevista que me hicieron en mi estudio de Lima, pues una chica que veía mis cuadros me hizo me comentario: ‘¿Te das cuenta que siempre dibujas personas solas?’”.
“Después –continua–, una amiga que estudió psicología me hizo una pequeña valoración que daba al mismo punto. Todo esto sin importar mi amplia apertura social cuando pinto en la calle o estudio. Y sí, lo confirmé al reflexionar un poco sobre mi pasado, pues mucho tiempo la pasé solo frente a una computadora, sin amigos desde la primaria”.
A pesar de vivir en ese estado, Sierrah aclara que desde su infancia cultivó pequeñas semillas para dedicarse al muralismo en la actualidad: “Afuera de mi casa hay algunos murales muy rupestres que hice de pequeño con témperas (técnica pictórica). Al verlos noto mi evolución como artista, pero principalmente esa pasión por pintar en las fachadas, porque la calle te cansa, te mueves por todos lados, te entregas al muro. Esto es como un oficio; algo de lo que está repleto mi familia porque hay carpinteros, albañiles, peluqueros pero ninguno de ellos lo hace por un motivo artístico”.
Prosigue: “Siempre he tesado relacionado con los talleres. Mi abuelo tenía uno, y lo visitaba todos los días después de la escuela. Me encantaba ver todas sus herramientas y trabajos regados sobre ese espacio. Pero me di cuenta que no debía seguir ese linaje de mi familia, por lo que decidí tomar un rumbo distinto desde que ingresé a la universidad hasta esta etapa artística. Así, rompí ese patrón de mi árbol genealógico y otros primos más chicos que yo siguen este rumbo, pues tres de primos quieren hacer fotografía, periodismo y skate; algo que ya no es mal visto dentro de mi familia porque ven que son trabajos rentables en el mercado”.
“Lo tradicional no tiene que ser lo correcto. El chiste en esta vida es hacer pequeños cambios en las personas que te rodean”, apunta.

Esperanza Reciclada. Mural de Sierrah.
El artista cuenta que al regresa a vivir con su familia en el centro de Lima decidió conseguir permisos en varias casas por las que solía pasar al ir a la escuela para pintar sus muros, con la finalidad de renovar su barrio. Tanto ha sido su empeño en este proyecto que las autoridades de la municipalidad lo ayudaron para concluirlo.
“Varios de los edificios que hay por la casa son viejos y descascarados, como coloniales, que son muy difíciles de trabajar. En el barrio fui el primero en hacer obras de este tipo a pesar de que todo el barrio estaba lleno de bombas ilegales. Al principio me veían muy mal algunos vecinos porque pensaban que el gobierno los multaría. Pero como en todo, los tiempos han cambiado, porque en la actualidad la municipalidad me apoya para concluir mis trabajos con pintura y andamios. Mi intención fue renovar aquel pasado y aprender a vivir con él”.
Tras su participación en distintos festivales internacionales de América Latina, Sierrah considera que pintar en las calles tiene múltiples funciones, pero “en estos tiempos existen dos principales sentidos: saber vivir y trascender en el street art o simplemente ser parte de una moda. Desde lo personal, para mí es una pasión pintar sobre los muros; no lo hago para catapultar mi carrera o verme aceptado en un rubro”.
“A pesar de los egos y competencias, no trato de ser una imagen para los demás. Dejaría de ser yo si pinto sólo por quedar bien con un sector. Eso no me interesa en lo personal o profesionalmente. Si vieras godos los diseñadores gráficos que se aventaron a pintar muros después los actos de censura en Lima sólo para encajar en un grupo, te decepcionarías” concluye.
Texto: Daniel Von G.
Editó: Appel
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