En 2015, una convocatoria municipal de muralismo en homenaje a José Clemente Orozco le dio a Secreto Rebollo —Christian, su nombre de pila— la primera gran oportunidad para demostrar su talento y capacidad para crear potentes obras de arte callejero con alto nivel de técnica y contenido. Tlajomulco, Jalisco, ha sido el municipio que lo vio nacer como artista, y es desde el cual ahora sigue impulsando un movimiento de arte urbano.

Su hermano mayor le regaló su apodo: “Secreto”, porque cuando este llegaba en la madrugada después de salir a grafitear, Christian jamás lo delató a su madre; supo guardar el secreto. Su hermano comenzó de vez en cuando a rayar en las calles su tag de “Secreto”. “Forjé la identidad a través de ese nombre”.

En entrevista, Christian nos contó de sus inicios y su historia.

Mural de Secreto Rebollo en Tlajomulco, Jalisco.

–¿Cómo fue tu infancia, con qué tipo de elementos visuales creciste?, se le pregunta.

Crecí en un lugar conocido como el Cerro del Cuatro en Tlaquepaque, Jalisco. En ese tiempo era una zona muy marginada. Ahora puedo nombrarlo algo así como ‘un rancho contemporáneo’. Cuando llegué a esa zona, otras familias más se asentaron. Crecí jugando Nintendo pero al mismo salía y veía vacas, se compraba la leche a una persona a caballo. No había alumbrado público, no había drenaje, era ese jugueteo: entre tener acceso a un poco de tecnología de la época, pero ir a cazar conejos al cerro.

–¿A qué edad saliste a hacer grafiti ilegal? ¿Y qué recuerdos te trae?

La primera vez que salí a rayar fue a los 12 años. Ahorré dos semanas para poderme comprar un aerosol Comex. Y fue una bomba. Yo era de muy baja estatura y me llevé a dos amigos muy altos para poder hacer la bomba decente, de dos metros de altura. Y así comenzó esta carrera. Yo pertenecía a un crew de la zona que llamaba RSC. El 99 por ciento de los integrantes eran cholos, pero otro amigo y yo éramos los únicos que estábamos adentrándonos a ese mundo del tagger; éramos los que rayábamos el barrio. Él me empezó a invitar a exposiciones de grafiti que había en Guadalajara. Comencé a ver trabajos de varios artistas. Hubo uno especial en esa época: Apio. Él trabajaba abstracción hace como 15 años. Su chamba era muy orgánica, con líneas; aventaba la pintura directa al muro. Y me voló la cabeza.

“La mayoría tenía la influencia muy marcada de hacer caracteres, muy parecidos a Peque, a Humo, o unos 3D como los de Joker, o wildstyles como los de Aser7, y toda esta gente, que conformaron las primeras generaciones que marcaron. Su trabajo era muy puro, muy honesto y muy libre. Y eso me quedó muy marcado, de esta persona, [me preguntaba] por qué hace eso, qué lo inspira. Eso me alentó a tratar de ser más honesto con mi diálogo, como que me cambió el chip, y comencé a alejarme de solamente poner Secreto con letras”.

Mural de Secreto Rebollo en la biblioteca Elena Poniatowska de Tlajomulco, Jalisco.

–¿Cómo fue esa transición del grafiti a la pintura de murales?

Al principio no me atrevía mucho porque había esa presión social. Había un poco de auto-represión, por así decirlo, que no me permitía liberarme y crear lo que yo quería. A la edad de 18 años tuve un accidente que me dejó al borde de la muerte. Por ese accidente hubo un cambio en mi cabeza. Dije: “¡Vida es una! ¿Qué hago perdiendo el tiempo?” Estaba estudiando contaduría, y dije: ¡al carajo el mundo! Voy a hacer lo que más amo. Encontré una escuela de artes plásticas en Guadalajara, donde podía estudiar la escuela profesional solamente con secundaria, y a partir de ahí mi vida se fue de lleno a esto del arte.

–¿Me puedes contar cómo fue eso? ¿Fue un accidente de qué tipo?

Fue por problemas de pandillas. Una noche se armó la campal. De pronto vi que una persona se acercó a mi hermano, vi que tenía un palo y corrí para defenderlo. Lo empecé a golpear y esta persona me golpeó, en ese momento vi que iba directo hacia la cara, puse la mano para detener el golpe y vi que se quedó como sacado de onda. Cuando me decidí a regresarle el golpe, comencé a descompensarme, y me vi la mano, y tenía la mano totalmente abierta. Resultó que lo que traía él era un machete. Aquello era una fuente, yo estaba en shock. Entonces me tiró otro golpe y me pegó en la nuca. Comencé a moverme; unos amigos me escoltaron hasta terreno neutral, y no recuerdo mucho más. Al siguiente día ya estaba en mi casa porque no había tocado ninguna parte vital, a pesar de lo fuerte de los golpes, en la mano no tocó ningún tendón. Desde el punto místico fue un milagro ese rollo, entonces entendí que ya estuvo bien de todo esto. Aunque estaba pensando ya en salirme de ese rollo pero quiero verlo con filosofía: igual tenía facturas que pagar y creo que me tocó pagarlas en ese momento. A partir de ahí fue que dejé todo. Ya tenía la idea de meterme a estudiar arte.

Mural de Secreto Rebollo en laCasa de la Cultura de Tlajomulco.

–Parece simbólico que haya sido tu mano la más afectada, porque en muchas de tus piezas destaca ese elemento, las manos. ¿Qué significa para ti esta parte del cuerpo? ¿por qué lo vemos con frecuencia en lo que pintas?

Inicialmente fue para crear un lenguaje más universal. Con un rostro se me hacía muy directo el mensaje. Con la mirada era muy fácil de atrapar; podías encontrar el mensaje y decir lo que querías decir. Comencé con esta idea de las manos porque tanto das vida como matas con ellas. Al mismo tiempo no necesitas un rostro para identificarte. Pueden ser las manos de cualquiera. Sin ver la cabeza no puedes decir: son las manos del “bigotón”, o de “la güera”, “el prieto”… Son una manos como las mías, las tuyas, las de cualquier persona.

–En tu trabajo destaca la calidad del realismo, las texturas, la forma en que recreas el cuerpo, las telas… y todo ello en formatos a gran escala. ¿Cómo es tu proceso? ¿qué técnicas y materiales usas?

Lo difícil es llegar a la idea. Regularmente me gusta tener un tema para no sentirme tan egoísta. Primero pregunto: ¿necesitas que se hable de algo? Ya sea por el festival, por x o y. Si no hay nada, me gusta ver qué hay en la zona, investigar un poco, para tratar de comunicar algo más allá de alguna vivencia.

–Entonces para ti es importante el contexto, el lugar. Me recuerda esta pieza tuya de la mazorca en un bajo puente (Armas de construcción)…

Exacto. Ese mural está en un lugar muy transitado porque conecta con un municipio que se llama Tlajomulco. También es una carretera que te saca a muchos pueblos y a Colima. Todo el día hay tránsito. Alrededor hay campesinos, hay personas trabajadoras. En esa zona siempre hay gente que está viajando o llegado de trabajar. Y tienes, cuando mucho, dos segundos para captar la atención de los espectadores. ¿Qué puedo decir a una persona que pasa en el coche para que pueda verlo y captarlo en dos segundos porque no puede distraerse?

“Saber de qué voy a hablar, ese es el proceso en el que tardo más. Al momento de tenerlo, hago un montaje del boceto en el muro. Siempre tomo fotografías. Ya con ese montaje, comienzo a trazar un mapeo en mi cabeza. Pintar es 30 por ciento del trabajo. Luego hay que modificar cosas para que se adapte al espacio. Para las texturas y las líneas trabajo 90 por ciento con aerosol y 10 por ciento pintura vinílica. Regularmente uso vinílica cuando pinto áreas muy grandes de color. Los personajes regularmente son pintados 100 por ciento con aerosol.

Mural de Secreto Rebollo en Guadalajara, Jalisco.

–En tu trabajo parece que hay varias referencias a pasajes religiosos. Cuéntame qué nociones te interesan de eso.

Por el crecimiento que tuvimos la mayoría, ir a misa, la Primera Comunión, Confirmación… y cuando estaba en ese rollo del barrio conocí a personas que estaban en la dinámica de querer rescatar al cholo con la Biblia. Me interesó ese rollo bíblico y simbólico. Cuando comienzo a adaptarlo a mi discurso, tomo esa escena y la replico con lo que yo veía. No tendría el mismo sentido hablar de un cholo cargando a su hijo si no tuviera la referencia de San José. Entonces retomé esas escenas que recordaba de lo que he leído respecto a los temas religiosos y las adapté o les di un sentido dentro del discurso que yo quería trabajar.

–Es decir, trasladar cosas que tú veías en tu generación, del mundo real, a estas metáforas de la educación religiosa…

Sí, y que al mismo tiempo fuera un poco más entendible, en el contexto de la gente que hay aquí en Guadalajara, que es muy muy religiosa. Pongo de ejemplo un cuadro que hice donde se ven unas manos con un rosario. Ahí yo quería hablar del dolor, de un dolor que la gente oculta. El misterio del que está hablando es La Corona de espinas. Las manos están rezando el rosario, pero por detrás. Es como una manera de ocultar tu fe, tu creencia y al mismo tiempo tu dolor, pero no deja de estar eso ahí latente. Es la manera en que lo puedo transmitir o decir yo, la manera honesta o el derecho que siento de poderlo transcribir. Trato de ser lo más honesto que puedo dentro del discurso.

Viernes, Tercer Misterio. Óleo sobre tela. Secreto Rebollo.

–¿Te interesa más que la gente perciba emociones o cambiarle las ideas?

Fue más fácil hacer las paces con el corazón que con la cabeza. Es difícil crear obras intelectuales porque no puedo encajar todavía bien las piezas en mi cabeza. Para mí es más fácil poder crear algo sensitivo y amarrarlo con algo estético para que tenga ese impacto que quiero. Al final logro que el puente sea más perceptivo y sensitivo y dejo a cuentagotas un mensaje. Es simple: te entiendo y me entiendes. Ese es el puente: entendernos.

Mural de Secreto Rebollo en la Ciudad de México.

–¿Hay una pieza que crees que te haya marcado o dejado una mayor satisfacción?

Creo que uno de los más importantes fue el muro que trabajé para el festival Cromática. Como buen provinciano, ir a pintar allá [Ciudad de México] es un gran logro, y más porque fue un edificio en el centro histórico.

“En un principio la temática que se me había pedido era la infancia. Me quebré un poco la cabeza hasta que encontré esto de La Madonna. Empecé a ver obras de muchos artistas de Madonna (la representación de María con el niño Jesús), y me pareció curioso que todas las obras tenían al Niño Dios como por otro lado, siempre como muy suelto, en su postura de Dios. Y la madre como muy despreocupada, en su rollo, y muy separados uno del otro. Y fue algo que me brincó mucho. Pensé: como madre, y si tienes la percepción de que él es el hijo de Dios, ¿por qué no lo proteges? ¿por qué no lo cobijas? Entonces decidí trabajar una Madonna real, desde mi punto de vista. Yo veo que una madre que protege a su hijo, por eso trabajé con las manos protegiéndolo y el niño pegado al pecho. Para mí, eso sí es una Madonna, realmente es una madre con su hijo. Fue algo que me emocionó mucho porque pude decir algo que quería sin distanciarme del tema y con la línea que venía manejando en una producción que llamo “Creencias”. Fue muy satisfactorio y muy nutriente para mí.

Mural de Secreto Rebollo en la Ciudad de México.

Entrevista y texto: Cynthia Arvide (autora del libro MUROS SOMOS: LOS NUEVOS MURALISTAS MEXICANOS, publicado por la Editorial La Cifra en 2017)
Editó: Appel

*Entrevista realizada en exclusiva para Muro: street art más allá de lo visual en colaboración con Muros Somos.

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