CIUDAD DE MÉXICO.- El artista madrileño Zeta, Pablo Herrero, es uno de los principales pioneros independientes del movimiento grafiti y hip-hop en España. Entró de lleno a lo que él llama “una vida de rockstar vándalo” cuando tenía 14 años a mediados de los años 80.
En entrevista con Muro, Zeta relata:
“Aunque siempre me ha gustado el movimiento del grafiti, en toda mi vida profesional siempre he tenido muchas idas y venidas como cualquier persona. Me interesa conocer muchas otras cosas y tomar muchos otros caminos. Soy muy inquieto, pero muy estable y constante en lo que hago”.
El artista narra que desde sus inicios incursionó en distintas técnicas de artes visuales: desde la encuadernación hasta la escultura. Con el paso del tiempo comenzó también a explorar el campo de la publicidad, donde ejerció las artes plásticas, la ilustración, el diseño gráfico o editorial de moda y marketing. Paralelamente a su trabajo continuaba grafiteando la calle.
A finales de los 80 se adentró en la composición de música electrónica e instrumental. Al principio fue disc jockey y animaba fiestas, algo que lo llevó a relacionarse con los precursores de la escena hip-hop española. Como resultado, por casi 20 años ha sido dj que acompaña al rapero español de origen congolés Frank T.
Zeta siempre tuvo la necesidad de crear su propio material, por lo que formó su estudio de grabación en los años 90. Ahí comenzó a trabajar con una serie de músicos, tanto emergentes como reconocidos, quienes le dieron la suficiente influencia y madurez para consolidar una identidad a sus producciones.
En ningún momento dejó el grafiti ni las calles, e incluso tuvo una etapa en la que expuso su obra en galerías. Desde el 2000 a la fecha ha evolucionado en estas dos ramas urbanas: el grafiti y el hip-hop. En 2009 sacó su último disco homónimo con la agrupación Guateque all stars, material autoproducido por puros músicos amigos y editado por el sello internacional Warner.
Sin embargo, señala que esa aventura le generó angustia y frustración, ya que fue un caos entre los músicos y la presentación del disco se retrasó, además de que fue un trabajo muy exigente y mal remunerado. A raíz de esa experiencia, Zeta comenta que decidió convertirse en independiente y ser disciplinado para así autocontratarse.
“La ventaja y desventaja de moverme en tantos ámbitos es que tengo muchas puertas en las que me puedo refugiar cuando estoy hasta la puta madre de un trabajo. La pintura siempre ha sido mi refugio preferido, pero también me he hartado de ella”, expresa.
“Con el paso de los años –confiesa– me he dado cuenta que el tiempo y las generaciones pasan, por lo que los gustos ya no son los mismos. Cuando no encajo en alguna chamba por esta onda generacional, sé que no soy de ahí y lo dejo por la paz. Pero hay otras corrientes y generaciones que me han influenciado no sólo para crear, sino también para encontrar mi identidad”.
Su objetivo, asegura, siempre ha sido divertirse.
Y plantea: “El artista independiente que quiere hacer lo que quiere no se rige por las tendencias o los comentarios de las galerías de arte. Vaya, puedo hacer obra básica y firmarla para venderla, pero eso no me llena porque me encasillo y dejo de ser yo. No hago arte por hacerme famoso o ganar mucho dinero, sino a estas alturas ya sería una Paulina Rubio” (una cantante mexicana de variedades afincada en España).
Al comparar los orígenes del grafiti y la escena actual del street art, Zeta expresa su decepción: “cuando inicié, para escalar y ser distinguido como un verdadero escritor de grafiti se tenían que seguir los parámetros de lo establecido en las calles. Las nuevas generaciones ya no viven de eso, no tienen prejuicios ante nada de lo que se debe o no hacer para ser un artista verdadero: ellos han llevado este movimiento a otra evolución”.
Añade: “Actualmente no sé si esto se define como grafiti. Me he topado con chavales precursores del movimiento de distintos países y siguen haciendo lo mismo desde que empezaron, como los grafitreros que pintaban los vagones del metro en Brooklyn. Y ahora te topas con jóvenes artistas, como (la colombiana) Gleo, y hacen cosas muy distintas”. (AQUÍ PUEDES LEER LA ENTREVISTA DE GLEO PARA MURO).
Zeta explica que como en España era muy díficil acceder a la información en los años 80, su primer referente global del grafiti le llegó en un videoclip de Michael Jackson. Hasta que en 1986 salió el documental Style Wars de los directores neoyorquinos Tony Silver y Henry Chalfant, se dio cuenta de lo que sucedía con el grafiti y el hip-hop fuera de Europa.
“Antes de conocer ambos movimientos bailaba break dance en las calles de Madrid. Durante los 80 y 90 todo mundo pintaba lo mismo, y en mi formación considero que avancé muy poco en mi técnica o estilo. Las generaciones de ahora no traen ese concepto y vienen preparadas de otra manera y hacen lo que quieren, eso es lo principal”.
No obstante, confiesa el sentimiento que le provoca la irracional capitalización del arte urbano:
“En mi caso, que vengo de lo más abajo y que me he formado en plena talacha de la calle, me dan un poco de rabia algunas nueva tendencias. Un día llega un chico con una buena agencia de publicidad detrás a pegar stickers, hace un mural en alguna otra ciudad y a los dos años ya está montando obra en una galería que vende en 20 mil euros. Eso me da lástima, porque ese chico no tiene lo que yo: la calle y sus vivencias; el recorrido es lo que verdaderamente te hace”.
Acusa que el movimiento del street art parece un producto “mercantil”.
“A nosotros los artistas urbanos –dice Zeta– nos beneficia de manera económica, pero al final es una paradoja porque cuestionas la obra y el concepto del autor. Vaya, ¿quién es Banksy? Mira en cuánto se venden sus obras y esos trabajos los puede hacer mi prima con un cortador de plóter. La tendencia del street art se ha conceptualizado y eso es lo que le quita valor y peso tanto a la obra como al artista. Es ahì donde volvemos a las clásicas preguntas: ¿qué es arte?, ¿quién compra arte?”.
Por otro lado, Herrero cuenta que tras sus visitas a México descubrió la particularidad de los artistas locales: el uso del color.
“Venir a Mèxico me ha hecho pasar mucho color a mis obras”, reconoce, y agrega: “Me ha sacado de ese estatus monocromático que desarrollé durante mucho tiempo. Además, empecé a hacer más retratos, cosa que vi en otros artistas de aquí”.
Revela que la técnica y estilo de los artistas mexicanos Saner, Seher, Raúl Urias y Smithe le sorprenden por su gran complejidad de matices y un toque vanguardista, pero enraizado en las tradiciones prehispánicas o indígenas, algo que ha llevado al reconocimiento del movimiento nacional en varias partes del mundo.
Como anécdota, Zeta recuerda que viajó la primera vez a la Ciudad de México en 2003 para presentarse con el rapero Frank T en el legendario y extinto Rockotitlán, una sala de conciertos por donde pasaron los primeros rockstars nacionales. Pero desde los 90 su nombre tuvo repercusión en el país debido a que la revista defeña Aerosol realizó varias publicaciones fotográficas sobre su trabajo en España.
Zeta intervendrá a finales de enero el ovnibus que se encuentra en la colonia Roma de la Ciudad de México.
Texto: Daniel Von G.
Editó: Appel
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