Martín Lucas Florio es Mart, un talentoso artista argentino de 29 años que comenzó en el street art y el graffiti a los 11 o 12 años de edad. En su joven pero cargada memoria está la vida que llevó en su barrio de Buenos Aires (Palermo) –lo que forjó su personalidad–, así como el recuerdo infantil de las composiciones florales de su madre, que dejó una huella perenne en su obra.
Mart sacará pronto un libro en su país, su segundo, de 100 páginas, que tendrá distribución nacional y, quizá, internacional. Se llamará Into the air: Colouring book, y el comprador lo podrá intervenir, colorear, además de que presentará fotografías con la obra del artista.
Mart también acaba de estar en Europa: fueron casi cuatro meses de experiencias y trabajo en Inglaterra (en Londres en el famoso Moniker Art Fair y en el Festival Sand Sea & Spray de Blackpool), Bélgica (Bruselas y Lovaina), Alemania (una residencia en Dortmund), Italia (en el Bari Real Estate) y España (en el Festival de Arte y Espacio Público La Escocesa, en Barcelona). En la capital catalana conoció a Os gemeos, los famosos artistas urbanos brasileños (hermanos gemelos) que tanto influyeron en su carrera. Los topó mientras visitaba la fábrica de aerosoles Montana.
MART: “Ellos probaban nuevos aerosoles y charlamos. Me admiraron un tatuaje que tengo –ya tengo una anécdota (risas)–, pero no pude decirles mucho. No saben todo lo que me dieron. Son dos tipos que me partieron la cabeza y que lo siguen haciendo. Trabajan muy bien y me parece muy respetable la forma en la que abordan la calle. Tienen muchas ramas distintas, de un mural súpercolorido a una intervención en un lugar muy precario de Brasil y además obras de arte (valuadas en cientos de miles de dólares). Eso me ayuda mucho a cómo encarrilarme. Venir del graffiti y con el tiempo intentar posicionarte en el arte contemporáneo son dos cosas que te pueden marear. Por eso ver a esta gente me ayuda mucho”.
–En un video sobre tu trabajo te escuché decir que no te impones a la pared, sino que escuchas lo que te pide…
MART: Lo sigo pensando, pero ahora en otras direcciones: ya no quiero imponerme a la pared, pero tampoco a la gente. Quiero algo así como ser invisible. El auge del street art me está reflejando diferentes actitudes de personas que se paran frente a otras para destacarse, cuando hace dos años no eran nadie respecto a la pintura. Me doy cuenta cada vez más que mi raíz en la pintura, al nacer de un imprevisto, de una no ambición –ya que la pintura me tomó para que la lleve a cabo–, me está haciendo posicionarme ante esa situación. Está bien que viajo a Europa y realizo proyectos que me nutren muchísimo, pero también me obliga a estar dentro de una escena que no me gusta y que me hace mal. Estoy viendo personas que cierran los círculos y dicen ‘somos nosotros, somos street art’. Entonces sigo teniendo esa premisa de que escucho a la pared, pero ahora también escucho a las personas y quiero seguir ayudando con mi pintura. No existe Mart, Mart es un chico de 29 años de Buenos Aires…
–¿Cómo puedes ser invisible en una escena que está tan de moda y cuando ya eres reconocido por tu carrera?
MART: Lo intentaré por lo menos. No estoy dentro de los artistas del mainstream, aunque eso es sólo una estrategia de marketing: es hacer lobby, sonreirle a la persona que te paga los pasajes si participas en festivales. Por eso estoy muy feliz: me gusta viajar, pero no le voy a sonreir a nadie por un pasaje. Así respeto el trabajo que hago desde hace tantos años. Primero me respeto como persona y luego pinto. En una entrevista me preguntaron qué me gustaba hacer además de pintar, como dando por sentado que pintar es lo que más me gusta. Pero a mí lo que más me gusta es vivir, tomar un té con mi abuela –ya no lo podré hacer con mi abuelito porque murió hace poco–, ayudar a mi madre, caminar, cocinar, charlar con un amigo…
“Porque me gusta vivir, pinto. No vengo de una familia de posición alta, no me sobra el dinero. Hace poco le decía a mi hermana: cómo me gustaría no preocuparme por el dinero, poder crear desde la tranquilidad. Realmente no es mi situación, por eso trabajo mucho y soy muy constante en lo que hago, pero también es la realidad que me tocó, y es lo que me nutre para afianzarme en los valores de persona y no de artista”.
–Cuando nos tomamos una cerveza aquí en Bruselas hace unos meses, te sentí muy sensible con ese tema: lo afortunado que es uno cuando puede vivir, viajar, conocer gente haciendo lo que a uno le gusta…
MART: Para mí es una bendición en este momento. A ver, toda la ropa que traigo puesta me la dio pintar. Tengo unas zapatillas (tenis) Le Coq Sportif (risas) y un pantalón Levi’s. Mi adolescencia fue súpercruda: delincuencia, amigos que hasta hace muy poco mueren en la cárcel, una infancia donde no había un proyecto, un porvenir. Esa era la realidad de mi barrio. Es cierto que soy de Buenos Aires y no de Gambia (donde podría ser peor), pero los malestares existen en el lugar que te toca. Nunca tuve una proyección de vida, y menos pensando en la pintura. Poder viajar a mí me llena de alegría y me emociona (…) me enfoqué en algo y le puse mucha dedicación, por eso tampoco me considero mejor que otra persona ni reconocido. Sólo hago lo mismo desde hace 17 años, todos los días: cualquiera que hace lo mismo va a tener un fruto. Y por eso me emociona, jamás me imaginé en mi vida salir del país…
–Disculpa que te interrumpa, pero me das pauta a preguntarte ¿qué te aportan artística y personalmente tus viajes de trabajo a Europa?
MART: Como persona me ayuda a reconocer el lugar tan hermoso del que venimos: Latinoamérica, la unión entre personas, me hace conectar con la naturaleza y entender que estamos rodeados de plantas y por más que el capitalismo y el mundo diga que somos del Tercer Mundo, somos de un primer mundo humano y de un corazón increíble, y eso me hace sentir muy feliz. Por el lado artístico, me aporta todo lo que estructuralmente no me puede dar Latinoamérica, que son los materiales, sobre todo Argentina, con el tema de las importaciones cerradas. Europa me da la libertad de reconocerme como artista sin tener un límite de herramientas. Yo ya sé pintar con un color y un botecito de pintura que encontré en la calle, y te hago un muro. Ahora piensa a la inversa: tienes todo, todos los colores ¿Qué puede hacer Mart? Ahí me transformo en mi propio límite. Y eso es lo que cada vez me llama más la atención de Europa, y de Estados Unidos.
(Continúa)
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.