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El artista visual Watchavato, Luis Romero, es uno de los pioneros del steet art en México. Es originario de la ciudad de Culiacán, Sinaloa, uno de los estados que componen el llamado Triángulo Dorado –junto con Chihuahua y Durango-, en donde se genera la principal vía para el tráfico de drogas hacia Estados Unidos y otros países de Europa, África y Medio Oriente.

Durante casi 20 años, Watchavato ha consolidado una amplia trayectoria nacional e internacional en el arte urbano con su particular creación de obras inspiradas en la “narcocultura” y en el folclor del norte de México.

Estudió diseño gráfico en Bellas Artes (1995-2000), donde aprendió distintas técnicas como serigrafía, grabado o esténcil. Ha colaborado con marcas como Nike o Vans, y expuesto en Francia, España, Australia, Canadá, Estados Unidos, Colombia y Argentina.

Su seudónimo es una palabra muy común del norte del país, donde el español y el inglés suelen mezclarse. “watcha” de ver, y “vato” que se refiere a una persona joven, a un muchacho, chico o chavo.

Watchavato prepara actualmente dos exposiciones, no relacionadas con el street art, para celebrar sus 20 años de carrera como artista visual.

En charla con Muro, Romero relata su formación, desde pequeño, como artista urbano y da su opinión sobre la actual escena de esta corriente tanto en México como en otras partes del mundo.

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–¿Cómo fue tu paso de Sinaloa al Distrito Federal? Sabemos que para tí fue un proceso complicado tanto en lo personal como en lo profesional poder adaptarte a esta urbe…

Watchavato: Llegue de una manera muy personal. No tengo la historia típica del artista que viene de su pueblo a estudiar a la gran universidad de la ciudad para buscar una oportunidad. A los 19 años, por cuestiones familiares, vine a vivir al Distrito Federal. Ya no quería estar en Culiacán. Justo en ese momento terminaba la preparatoria y tenía que dar el paso para ir universidad. Lo confieso: estar relacionado con personas dedicadas al arte fue la razón por la que quise tener esta chamba (trabajo).

“En este caso fue mi cuñado, que es diseñador y pintor, quien me dijo: ‘Wey, hay una escuela que se llama EDINBA (Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes), por si no te quieres morir de hambre’. Así fue que conocí la escuela, hice el examen y logré quedarme. Fue una gran bienvenida a la Ciudad de México”.

Watchavato prosigue su relato:

“Ya que entré a la universidad, comencé a relacionarme con todos los maestros machín, machín, machín (muchísimo). Soy un vato fanático de los adultos, de los viejos; y los respeto mucho porque me gusta escucharlos, verlos. Me encantaba el taller de serigrafía y grabado del maestro Tomas.

“Pertenezco a una generación donde no había medios digitales ni Internet. Para mí el mundo más fascinante era el manual: el taller de grabado, serigrafía, metales, madera… y eso me convirtió en un vato que desarrolló, bajo técnicas tradicionales, cosas que quería y quiero decir”.

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–¿Cuál fue tu principal influencia como artista visual?

Watchavato: Soy el menor de 10 hermanos. Me dediqué a este rollo principalmente por la influencia de mis hermanas María (diseñadora gráfica) y Georgina (fotógrafa) y de mi hermano Roberto (músico percusionista). Pero de todos mis hermanos, María siempre ha sido mi gran y principal influencia. Siempre la acompañaba a la escuela de arte. La recuerdo desde los seis años, cuando ella dibujaba, pintaba o hacia cosas con plastilina, que para mí eran grandes ejemplos. Esa fue mi primera relación con el arte.

“Recuerdo que la casa -en Sinaloa- estaba llena de cuadros o acetatos (vinilos). Recuerdo también cuando veía a María con pintura en sus manos o creando un mural. Todo mi entorno giraba en torno al arte. Te contextualizo esta parte porque en la casa de mis amigos había música regional o norteña y una relación más cercana a la narcocultura, que es muy de mi tierra”.

Continúa el artista:

“Ahora me apasiona este aspecto cultural del norte del país; por eso lo relaciono con mi arte. Yo no tenía otro lenguaje más que el de Sinaloa. Por ejemplo, Jesús Malverde, el santo patrono de los narcotraficantes. Mi historia no tiene nada que ver con el narco, sino algo más personal, ya que mi mamá me llevaba a ver la tumba de este personaje. La raza (la gente) relaciona toda mi gráfica con Malverde y la apología del narcotráfico, pero está equivocada: para mí, todo eso es una historia más íntima y personal.

–Al proceder de un estado golpeado por el narcotráfico, con altos índices de inseguridad e  ingobernabilidad, ¿cómo trabajas tu gráfica? ¿Tu trabajo tiene alguna crítica política?

Watchavato: Mi lenguaje tiene que ver con la narcocultura. Siempre lo justifico poniendo el ejemplo del movimiento Arte Jaguar o del artista visual Saner (ambos de Oaxaca), que tienen un gráfica muy clara del sur de México, de su estado. Por otro lado, no tengo una crítica sobre la política. Soy un vato que suple a ese viejito que cuenta historias locales, de pueblo. Mi trabajo no sólo es narcocultura, también hablo de la música, la comida, de las personas, su forma de vestir y ser. Me gusta salir y entrar a Culiacán porque veo mucho el cambio de la raza y me gusta reflejarlo. A veces pienso que también debería haber estudiado otra cosa.

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–¿Cómo percibes la escena actual del street art?

Watchavato: Cuando estaba en Culiacán no existía esta onda. En la Ciudad de México ya había visto algunas cosas, pero me daba la impresión de que sólo se trataba de algunos locos pegando cosas en la calle; no me parecía tan trascendente. Dada la cercanía que tengo con personas en el ámbito artístico, me llamó la atención esta onda de ser artista: producir, exponer y que los espectadores sólo vayan a socializar. Rara ocasión ves a alguien que se clave viendo una pieza o con interés de conocer al artista y preguntarle sobre su pieza. Y hablo de un público que actualmente se ha hecho en el street art.

“Soy un vato que se enamora muy fácil de las cosas. Puedo y pude hacer street art durante 20 años, y en el momento en que encontré ese detalle que no me gustó de este movimiento, fue cuando dije: esto ya chafeó (se echó a perder)”…

–¿Cuál fue ese motivo de desencanto?

Watchavato: Pertenezco a un momento del street art en el que su encanto era apropiarse del espacio, como estar en contra del sistema, una onda muy radical. Me encantaba preparar el engrudo, tener mis pinturas en el estudio y salirme de casa a las once de la noche y regresar al otro día. En todo ese tiempo ya había tapizado con carteles o stickers todos lados. Era un momento de adrenalina muy cabrón; sentías que realmente la ciudad era tuya. Era algo que sentías y querías hacer, no porque te pagara una marca o alguien te fuera a comprar una pieza. No lo hacías porque te quisieras parecer a alguien; lo hacías porque a las personas las sacabas de pedo (impresionabas) al ver tu obra o expresaban: ‘¡qué chingona frase está escrita ahí!’.

“De esta escena no me gusta el impacto. Ya pasó esa línea donde ves algo muy bonito o decorativo en la calle. Lo único que rescato y respeto es la técnica: veo obras de gran formato que me pregunto cómo las hicieron. Pero ya no ves esa agresión de salir a las dos de la mañana, con la policía y cámaras encima, a rayar sobre un esténcil, y ver al otro día cómo las personas se quieren llevar tu desmadre, tomándose fotos o deteniéndose a ver. Antes no importaba cómo te llamaras, sino la pieza que dejaras ahí. Ese es el desencanto que veo. Hablo por lo que viví. A veces me dicen: ‘Wey, tengo una pared de 50 por 40 metros en tal festival’, pero a mí ya no me apasiona eso”.

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–¿Aún sales en la madrugada a rayar?

Watchavato: Lo amo y es lo que más extraño. Llegué a pintar con permisos, a que alguien me prestara su barda, pero es una onda que no me latió; no es mi pedo (estilo), no es algo que me apasiona. Amo cañón (muchísimo) ser ilegal, amo el arte ilegal, amo esa parte del street art. Para mí es parte del lenguaje del arte urbano, un momento de rebeldía, lo que es fundamental para este movimiento.

— Y a todo esto, ¿qué opinas de vivir de este movimiento?

Watchavato: Todo fluyó de manera natural. Un día Vans México tocó la puerta de mi casa y me propuso llevar su merchandising (productos de comercialización) en el país. Ese fue mi primer paso para desarrollar todo lo que hacía en la calle con el respaldo de una marca. Poco a poco me di cuenta que se podía vivir de esta onda. Ahora veo que muchos amigos trabajan sobre estas plataformas publicitarias. Y yo no soy quién para decirles que están mal: es su chamba. Sólo les digo que tengan cuidado de hasta dónde quieren llevar su nombre. Si ahora llega alguna marca y me ofrece chamba, yo le diría que es bajo mis reglas, porque su sello no puede estar por encima de mi gráfica. Pero cada quién; todos tenemos un precio.

–Planteas que el arte urbano no sólo está en la calles, ¿qué otro tipo de trabajos haces?

Watchavato: Toda la cuestión de merchandising –como playeras, llaveros, tasas, agendas– la hago. Es una posibilidad para que las personas tengan algo tuyo. Pero por eso lo acompaño con la denominación This is not stree art (Esto no es arte urbano), es merchandising. Una playera de Watchavato es una playera de algodón con una impresión de un grafiti de Watchavato; es eso, no más.

–¿Qué opinas del movimiento nómada?

Continúa…

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*Nuestro título original era Watchavato: el aprendiz de María, que escogimos por la imagen que evoca el entrevistado cuando se refiere a su hermana María como principal fuente de inspiración en su vocación. Muro, ejerciendo su independencia editorial, decidió aceptar el cambio solicitado por el entrevistado.

Entrevista: Jessica Sánchez

Texto: Daniel Von G.

Editó: Appel

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