La de Gleo es la historia de una niña colombiana que, obligada por la delincuencia, tuvo que salir huyendo con su familia de Bogotá para exiliarse en Cali. Es la historia de una niña que se convirtió en artista teniendo como fuente de inspiración el mar.

“Fue lo mejor que me pasó –dice Gleo–. Pasé de gozar de toda la comodidad a no tener nada. A los nueve años no entendía. Pero ese episodio de mi vida me volvió consciente de la realidad: no tenía nada y me gustaba ya el arte, pero no era accesible para mí el mundo de las galerías; por eso preferí salir a la calle a pintar y que todos vieran lo que hacía”.

street art, europafocus, art, latin american art, art, design, paint, drawNathalia Gallego, alias Gleo, es una artista colombiana de 24 años que comienza a destacar en el mundo del street art latinoamericano luego de nueve años de trabajo. Actualmente radica en la ciudad de México, donde efectúa estudios artísticos algunos meses, y desde donde también prepara su primera gira a Europa para comienzos del año que entra. Platicamos con ella.

–Leí en internet que tú eres una de las artistas urbanas más prometedoras y de mayor crecimiento en tu país, Colombia. ¿Te parece justo o es un halago exagerado?

GLEO: Me parece exagerado (risas). Esa es una interpretación personal. Hay veces que así lo publican las galerías y es para decirte que ellas tienen los mejores artistas.

–Pero tu ttrabajo ha atraido la atención de festivales en América Latina…

GLEO: Eso sí lo reconozco. Tampoco voy a demeritar mi trabajo, que me ha requerido esfuerzo y disciplina. Siempre estoy trabajando y viendo cómo crear nuevas cosas; cómo llevar mi trabajo a otro nivel. Cualquier trabajo que requiere esfuerzo, merece reconocimiento. Pero sí me parece exagerado que me atribuyan halagos como los que mencionaste cuando en mi país hay personas que lo merecen más. Lo que sí es un punto favorable para mí con respecto a otros artistas que pintan en Colombia, es que yo he desarrollado una técnica sólo con vinilo. En mi país usan aerosol o una técnica mixta. Por eso en el medio respetan mi trabajo.

“Todo mundo prefiere usar aerosol porque, primero, tienes los colores ya preparados. Es una ventaja: magenta es magenta, turquesa es turquesa, si quieres manejar ciertos tonos de turquesa entonces simplemente compras todos los tonos de turquesa… lo que hace que todo sea más rápido y más fácil. El aerosol tiene mayor cubrimiento en cualquier superficie. Tú puedes pintar una pared de ladrillo fácilmente. Los grabados con aerosol también son muy fáciles. Igual los detalles: un detalle con aerosol me puede tomar 15 minutos y con vinilo una hora. Cuando usas vinilo siempre hay una carta muy limitada de colores preparados; te toca aprender a preparar los colores”.

Ovnibus de la Roma

Ovnibus de la Roma. México, DF.

–¿Tus temas de trabajo siempre han sido los mismos desde el principio, o cómo han ido evolucionando?

GLEO: Mi trabajo ha tomado una perspectiva diferente de acuerdo con mi evolución personal. Pinto en la calle desde los 15 años. En esa época pintaba formas marinas muy caricaturescas, unos peces raros, y los empezaba a mutar. Siempre me ha gustado mucho el mar, está en mí. Mi familia me llevaba al mar cada tres meses. Tengo un vínculo con él. Después empecé a explorar texturas y colores. Como tenía muchos amigos grafiteros y pintaban muy rápido, mi afán era pintar también muy rápido con el vinilo. Empece a generar estrategias para hacerlo, quitando colores, pintando de tal forma, usando plastas…

“Cuando empecé a trabajar con más texturas y colores me empezó a gustar mucho el tema de los mandalas (símbolos espirituales de las religiones indias), la sensación de los colores, etcétera. Mi gráfica comenzó a tener contenido más geométrico. En mi carrera, que es artes visuales, vemos mucho la historia del arte latinoamericano: el mexicano , el peruano, el colombiano… y eso influyó mucho en mí. Me sorprendí de cosas que no me había dado cuenta: cómo las culturas prehispánicas tenían ciertas tecnologías tan buenas, o que había casi la misma cosmogonía de norte a sur del continente. Una ocasión me dejaron en la escuela trabajar un análisis iconográfico de figuras precolombinas. Me interesó mucho. Observé que hay ciertos íconos que son universales, como los tatuajes, las máscaras, las coronas, los ojos en trance, los chamanes. Comencé a trabajar con ellos. De ahí proviene mi nueva gráfica, con la que llevo trabajando desde hace dos años”.

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“Ya no me importaron sólo los símbolos, también me interesaron los mitos o las historias: las de dioses ascendentes, descendentes, la noción de la muerte en Latinoamérica, la del nacimiento, el ciclo de vida, y en la medida de eso me empecé a interesar en la figura femenina, pero la infantil, ya que para mí es como el principio de vida. Veo a la niña como la parte más pura y más ingenua. Volver a la raíz a través de esa imagen”.

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