BRUSELAS-MÉXICO (Muro/Segunda Temporada).- La artista mexicana Pilar Cárdenas, conocida en el medio del street art como Fusca, es de Culiacán, Sinaloa. Fusca ha señalado en otras entrevistas que su obsesión por la figura femenina, las casas, los animales y, en particular los caballos, son “elementos que sirven como símbolos de una ecuación”. Explicaba: “Estos elementos tienen una carga de significado muy fuerte en las personas y eso crea una imagen con mucha información que por alguna razón llega muy directamente. Es solo eso, encontrar símbolos que me faciliten la transmisión de una idea” (AQUÍ PUEDES LEER ESA ENTREVISTA).
Fusca comenta que fue una niña antisocial. Sufría de insomnio. Si dormía tenía pesadillas horribles, por lo que en las noches se la pasaba dibujando. A los 12 años descubrió a Freud y más tarde estudió psicología; a los 24 años terminó una maestría en ese campo. Pero dejó todo por el arte. Estudió un año en la Academia de San Carlos, pero no le gustó y se fue a España a tomar una formación en escenografía y dirección de arte para luego regresar a la Ciudad de México.
“Viví en Madrid tres años”, precisa Fusca a Muro.

La Lucha. Obra de Fusca.
–A partir de un año, uno deja de ser turista cuando vive en un país extranjero, se le comenta al inicio de la entrevista.
Sí. Estuve en Bélgica en 2012. Fui a Gante. Tengo un amigo de allá que pinta, Bue The Warrior…
–Quien ahora vive en México…
Sí, pero en ese entonces vivía allá y lo fuimos a visitar Smithe, Dhear y yo.
–Smithe y Dhear estuvieron otra vez en Gante hace poco.
Sí, con News.
–Oye, ¿y cómo comenzaste a pintar en la calle?
Comencé a pintar en la calle con amigos que me jalaban. No me gustaba mucho porque me estresaba: había mucha acción, había que hacer cosas en el momento sin pensar ni planear. Eso me ponía muy nerviosa…
–¿Hace cuántos años fue eso?
Tendría como 29 años, ya era grande. Ahora voy a cumplir 39. Fue hace 10 años o más. Formabamos como un crew (el colectivo Guachapore) con los que empecé (en Culiacán). Eran diseñadores y yo era más pintora de cuadros. Ellos tenían 10 años menos que yo.
En una entrevista con el portal Street Art MX, Fusca confiesa que en esa época una persona le dijo que pintaba muy bien, pero que “ya estaba muy grande para armarla”.
–Tú eras su mamá…o más bien la tía…
La tía, sí (risas). Con ellos empecé a explorar esa parte de pintar en la calle. Lo hicimos muchos años. Después me vine al DF (Ciudad de México) y comencé otra faceta. Conocí gente ya muy situada, haciendo arte urbano desde hace muchos años, y eso me obligó a cambiar todo. Evolucioné mucho en el DF. En provincia las cosas son como pausadas. Como no hay competencia, las cosas las haces más por gusto. En el DF la competencia es muy fuerte y comencé a trabajar con otro ritmo…
–¿Cuáles fueron los cambios concretos de tu estilo al llegar al DF?
Comencé a pintar de manera profesional a los 22 años. Tenía una carrera y una maestría y lo dejé todo. Pintaba el óleo y hacía escultura. Era muy artista plástica. Me gustaba el grafiti, pero sólo eso. Conocía a los grafiteros, pero no me involucraba tanto. Para ser honesta, me daba miedo. Entonces, un cambio al llegar al DF fue que tuve que aprender a hacer las cosas más rápido. No usar la referencia externa, no recargarme en bocetos o en referencias de fotos. Yo antes pintaba en un estilo muy realista. La influencia del grafiti volvió mi obra más expresiva. Hubo un punto donde tuve que dejarme ir. Y fue un proceso muy difícil porque al principio no sabía cómo hacerlo… Fue un cambio enorme para mí.
–¿Y cuánto tiempo duró este periodo de cambio?
Todo fue muy veloz. No sé cómo fue. Cuando regresé a México a los 29 o 30 años de Madrid había evolucionado muy rápido. Fueron tres años y la gente pensaba que tenía pintando 10. En realidad, yo estaba enferma. No podía salir de mi casa y entonces pintaba todo el día. Me obsesioné pintando. Entonces evolucioné muy rápido. Pero no porque fuera un genio…
–Sino por necesidad…
Por necesidad, sí. Estaba enferma y no estaba haciendo nada; tenía todo el tiempo del mundo. Ahora bien, me preguntas el tiempo que me ha tomado el cambio. Pues han sido como 10 años en los que yo, ya muy en serio, me he volcado en el tema del arte público. Al principio no sabes, es una novedad y la gente te pone mucha atención porque casi nadie hacía eso en aquella época…fue un proceso más de conocimiento y exploración. Ahora me siento más segura con mi dibujo y la parte física de lo que es el muralismo. Ya he podido lograr el sueño de toda mi vida: mezclar mis intereses personales con la pintura o el muralismo.
–A ver, ¿qué quiere decir eso de “mezclar mis intereses personales”…?
A lado de la pintura y el grafiti hago investigaciones. La última que efectué trató sobre la desaparición de personas. Con un equipo de personas, durante varios años estuvimos haciendo entrevistas, investigando y haciendo trabajo de campo. Incluso trabajamos muy de cerca con familiares de personas desaparecidas (con el colectivo mexicano Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos sección Coahuila). Pero esto fue antes de (la desaparición de los 43 normalistas de) Ayotzinapa (entre el 26 y el 27 de septiembre de 2014), y el tema en ese momento era más tabú que nada. Mi idea inicial era pintar muros por donde van pasando los migrantes de Centroamérica que se dirigen a Estados Unidos. Ellos conocen la zona, y quería pintar estos murales donde no hay luz, donde la gente desaparece, donde es muy vulnerable. Simplemente quería hacerlo para poner luz ahí. Me había dado cuenta que el street art o el muralismo captaba mucho la atención de la gente, por lo que mi propósito era pintar un mural en un lugar donde nadie entra o se atreve a mirar…
–Murales en el infierno…
¡Claro, esa ha sido mi chamba desde que tengo uso de razón! ¡Me la vivo en el infierno! Trabajo mucho en comunidades con mucho peligro. Me apasiona. El street art que el público general conoce, es eso, público y lo ves por donde vas pasando. Entonces mezclar las dos cosas, mis investigaciones con mi obra artística, fue un reto.

La Fuga. Mural de Fusca.
–Tú eres psicóloga de profesión, ¿es correcto?
Sí, estudié psicología.
–¿Y aplicas la psicología en tu obra?
Nunca ejercí como psicóloga. No me gusta el aspecto clínico de la psicología. Estudié eso no porque quisiera ser psicóloga, sino porque soy una persona que me gusta saber más, una persona que se hace preguntas. Para mí el estudio fue la forma de contestarme esas dudas. Y lo dejé porque me di cuenta que podía responder esas preguntas afuera de un laboratorio o de una clínica de pacientes; podía hacerlo saliendo a la calle. Estonces sí, soy como una psicóloga de la calle (risas). Hay algo más profundo en mi trabajo de lo que se ve. Siempre he sido renuente a presentar proyectos formales al respecto y he dejado que la gente se haga su idea a través de mi trabajo visual.
–Cuando vi por vez primera tu trabajo no sabía que habías estudiado psicología; cuando leí que eras psicóloga, me cayó el veinte (entendí). Hay mucha introspección en tu obra, creo, y es muy abstracta… sólo un psicólogo podría ser el autor (risas)…
(risas) No sé… No siento que las cualidades que pongo en mi trabajo provengan de la psicología, pero la gente lo asocia así por el tema del surrealismo. Sí hay una relación porque finalmente es parte de mi vida, pero no es una relación de causa y efecto. Mi forma de expresarme siempre ha sido esa, desde niña, siempre he sido como un adulto pequeño. Y siento que mi fuerte es vincularme a este tipo de cosas. Hay algo adentro de mí que es como mágico, que he tenido que aprender a usar porque es como una herramienta que a mí me sirve para canalizar cuestiones sociales a otros lados. Eso me ha obligado a tener que ser igualmente buena en la técnica. Eso ha sido para mí un esfuerzo. Cuando tienes un gran proyecto como el de las desapariciones, con personas involucradas en rubros muy importantes del país… Nosotros hemos dado indicaciones a organizaciones que se dedican a eso a nivel nacional. Nuestro trabajo ha podido influenciar a personas que sí toman decisiones. Es un trabajo muy serio. Tanto que no me arrepiento de vincularlo al arte. Siento, desde el grafiti, que cuando algunos artistas efectúan labores sociales se les toma poco en cuenta. Se le da la prioridad a la parte visual. Lo otro, lo social, queda en lo conceptual. Entonces, por pudor y por no saber cómo, no me había atrevido a sacarlo. Pero este año me propuse entablar esa relación ya de forma profesional: ponerme a escribir.

El Retorno. Mural de Fusca.
“Hay mucha información, mucha gente que me está ayudando a darle salida. En su momento no lo pude hacer como quería, y que era pintando los murales que te comenté. Me tuve que ir a Francia para poder hacerlo allá. Fue un bajón. Recién había pasado lo de Ayotzinapa y explotó la bomba. Sentí que no era el momento para realizar en México ese proyecto. Corríamos un riesgo. Estaba muy candente la situación y los niveles de profundidad a los que llegamos con la investigación no eran cualquier cosa. Nos dio miedo. Estábamos muy confundidos. Comenzamos con una postura temática donde entran tus ideologías y tu moral, esto está mal y hay gente buena y mala. Pero a la mitad de la investigación te das cuenta que no hay gente buena ni mala, ni los desaparecidos son totalmente inocentes… tu cerebro entra en un shock y te das cuenta que no estás preparado para eso. Tuvimos otra perspectiva y dejamos un tiempo el proyecto.
–Ese proyecto para México lo tuviste que llevar a Francia. ¿Quién obstaculizó en México su realización? Cuéntame esa parte de la historia.
Para mí era muy importante conciliar a las familias de los desaparecidos con el gobierno. Pareciera que ambos son eternos enemigos. Tuve que ponerme en una posición muy neutral. Era importante que el vínculo que tenían estas familias con el gobierno lo dejaran de utilizar con base en el discurso: “yo sufro y tú me debes indemnizar por lo que le hiciste a mi familiar”. Nuestra propuesta fue siempre, y voy a usar una palabra que quizás no es la más precisa, “utilizar” ese vínculo para crear algo nuevo. La energía que tienen estas familias no te la imaginas…
–¿Es decir “construir” algo…?
Así es, porque lo estaban destruyendo. Ellos (los familiares de desaparecidos) participan los 10 de mayo en una marcha que parte del monumento a la madre (en el DF). Mi idea era pintar un muro ahí con una imagen que habíamos trabajado junto con ellos: es la imagen de un caballo con unos pies, es como un disfraz de caballo. Queríamos pintar en un edificio adyacente al monumento a la madre, que pertenece al registro público. Los familiares me decían que no tenía que ser un inmueble público, que podía ser un particular, pero para mí eso era muy fácil. No quería lucimiento, quería hacer el vínculo que te platiqué y llevarle ese proyecto al gobierno. Trabajamos en el proyecto durante un año; en el 2013 comenzamos a tramitar los permisos para intervenir ese muro en 2014. Pero falló…
–¿Qué pasó?
Continuará…
Texto: Appel
*Aviso a los lectores: tras su publicación, este texto fue editado a solicitud de la entrevistada y después del acuerdo editorial de Muro, que consideró que la modificación no afectaba el contenido informativo.
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