BRUSELAS, BÉLGICA.- Farid Rueda es un artista mexicano en ascenso. El portal Street Art News lo ubica como el creador de “brillantes y ultradetalladas creaturas” que recuerdan “la cultura popular mexicana y sus dioses”. El sitio mexicano Ink Inc considera “llamativas y espectaculares” sus obras. El estilo de Farid, señala esa página, “raya en el surrealismo, e implementa casi siempre elementos muy mexicanos de clara influencia prehispánica”, aunque añade, “también podemos verle trabajos hiperrealistas, principalmente animales y rostros humanos.
Muro platicó con Farid, quien está en Colombia desde hace unas semanas. Tiene invitaciones para ir a Cuba el mes que entra y para participar en el concurso Art Battles en Nueva York, junto con otro artista mexicano, Spaik.
Farid nos dice que ha decidido cambiar su ritmo: en lugar de seguir participando en eventos y viajar tanto, quiere quedarse más tiempo en un lugar. “Cuando uno viaja está obligado a adaptarse rápido y constantemente. Quiero desarrollar más mis ideas. Y por eso pretendo establecerme más. Estoy tratando de moverme más lento y pensar más”.
Y es que si Farid es un artista urbano en crecimiento, también es uno en búsqueda: “estoy tratando de arriesgarme a dejar este estilo que ha gustado bastante para alcanzar otro más personal , con menos color…”. El artista confiesa que está descubriendo un camino que no sabe a dónde lo llevará.

Tecolotl. Querétaro, 2015. Foto: Cortesía de Farid Rueda
–Comenzaste a estudiar en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), pero no terminaste la carrera y te dedicaste por entero al arte. ¿Por qué abandonaste la escuela?
FARID: No me acomodé muy bien en la escuela. Entré con muchas expectativas y ganas. Pensé que me encontraría con otros artistas y sería muy chévere todo. Pero la ENAP es una escuela que no hace artistas, sino licenciados en artes visuales. Su sistema te lleva a obedecer un dogma sobre el arte. Su significado depende del maestro que te enseñe y de lo que la galería o la institución demande, y busca que justifiques tu trabajo. Se centra en cómo te vendes o cómo explicas lo que haces. Para mí el arte era antes que nada un oficio; saber manipular una técnica, un medio de expresión. Para mí era básico saber utilizar la herramienta antes de decir algo. Los periodistas, si no tienen una buena redacción y un buen bagaje cultural, serán incapaces de expresar una idea o una critica. Lo mismo sucede en la pintura. Pero para la escuela, si tenías una buena idea y la justificabas, se iba al diablo si pintabas bien o no. Esa educación no era afín a la que yo buscaba aprender. En la ENAP encontraba cosas que no es que fueran malas pero parecían insuficientes: el discurso y el diálogo era lo que más se articulaba, más allá de lo que podías ser capaz de hacer.

El último andar. Colombia, 2014. Foto: Cortesía de Farid Rueda
Farid entonces decidió tomar él mismo el control de su aprendizaje.
FARID: Decidí entrar de oyente a unas materias. Conocí a estudiantes de otras carreras, como la de comunicación visual, y con ellos aprendí a manejar programas como el photoshop, programas de diseño y otros que no te enseñan cuando estudias sólo arte. El conocimiento en la escuela estaba demasiado dividido. Sólo te enseñaban a hacer una cosa. Siento que así se hacía también desde un aspecto laboral para pagarte menos. Y veías que Miguel Ángel o Leonardo Da Vinci eran ingenieros, poetas, arquitectos, diseñadores de armamento, músicos… y aparte pintaban. Me di cuenta que el sistema de la escuela era muy limitado”.
–Las técnicas que manejas: acuarela, óleo, acrílico, dibujo o grabado, ¿las aprendiste fuera de la escuela?
FARID: Lo aprendí en la escuela, en una materia del primer año. Tuve la suerte de conocer al maestro Luis Nishizawa, uno de los últimos grandes muralistas de México y que murió recientemente. Me tocó estar en su taller, donde aprendí de maestros que fueron sus alumnos. Me formaron bastante bien, a pesar del poco tiempo, un semestre, para aprender y explorar la técnica. Me dieron buenas bases para enfocarme en lo que después haría. La única técnica que aprendí fuera de la escuela fue el aerosol como tal, y fue hace cinco años.

Scream. Mural realizado para la empresa J&B en la Ciudad de México. 2015. Foto: Cortesía de Farid Rueda
–Has dicho que el artista Seher tuvo también una gran influencia en tu trayectoria; que fue quien te aconsejó y te guió. Platícame sobre tu relación con él.
FARID: Lo conocí justo cuando estaba decepcionado de la carrera en la escuela, en un lugar donde los estudiantes se reunían a tomar. Antes había oído hablar mucho de él en la ENAP; era famoso en el medio y empezaba a pegar fuerte. Entonces, en una borrachera lo conocí sin saber que era él y terminamos en mi casa, donde miró mi trabajo. Me empezó a dar consejos. Me dijo: ‘Si esto lo hicieras en la calle estaría muy bien’. Y es que lo impresionaba la velocidad con que yo dibujaba. Y otra cosa que de hecho me dijo para que siguiera su consejo fue: ‘Cómprate un bote de pintura vinílica negra, una escoba y trázate un rostro de un viejito así de rápido como los haces y verás que la gente que lo vea dirá ¡guau!’…
–¿Y le hiciste caso?
FARID: Una vez lo intenté como él me decía… ¡pero no pasó lo que dijo! (risas): no agarraba la pintura y sólo me salían rayones porque las cerdas de la escoba son de plástico. Después le reclamé su consejo (risas). Para mí fue muy bueno empezar en el arte urbano porque me dio una soltura mayor a la que había logrado con la pintura. En bastidor uno es más intimista, más reflexivo. Te enfocas más y te puedes pasar una vida pintando un cuadro. Y lanzarte en una batalla contigo mismo. En la calle te exteriorizas artísticamente, eres más ligero.
El entrevistado narra que desde pequeño quería ser pintor.
FARID: Uno de los hermanos de mi tío Marco (Marco Antonio Rueda, un periodista cultural de larga trayectoria y especializado en rock) es pintor, y uno de mis abuelos fue escultor. En una parte de mi familia había un contexto para poder elegir el arte como forma de vida. (Sin embargo), nunca me dediqué al arte hasta que entré a la escuela. Nunca fui antes a cursos o talleres. Del lado de la familia de mi padre el arte no era una manera de subsistir. Hubo un momento en que pensé ser maestro. Quería vivir del arte pero pensaba que de pintar no lo lograría. Pero con el tiempo me di cuenta que yo no nací para estar sentado en un escritorio o para tener un jefe y que sí me gustaba realmente pintar. Fue una lucha: yo llegué a la academia de artes sin saber qué iba a pasar. Había pensado estudiar psicología o filosofía, pero sentía que no era algo que me pertenecía. Después en la escuela me confronté al sistema, me di cuenta que no soy compatible con él y decido que lo mío es pintar. Es como aceptarse uno.

Cruzando el universo. Guadalajara, 2014. Foto: Cortesía de Farid Rueda
–Al ver tu obra, parece que fue realizada por dos pintores, dos artistas diferentes: el que hace obras en blanco y negro, oscura, depresiva e incluso apocalíptica, con personajes y monstruos mutantes, que es quizá tu trabajo de ilustrador, y el otro artista con un estilo totalmente distinto, el muralista, que pinta animales llenos de colorido, más en el género del arte popular mexicano. ¿Qué sucede detrás de estos dos caminos de expresión?
FARID: Yo también me daba cuenta de esa transformación entre el dibujo y la pintura. La explicación se remonta a la época en que comienzo a estudiar. Cuando dibujaba era muy surrealista. Me ofrecieron bastante en un inicio artistas como Leonora Carrington, Salvador Dalí o Remedios Varo. Fue mi época de niño, la fantasía que yo manejaba. Me ayudó a expresar mi imaginación. El dibujo era lo más cercano para trabajar. Era más costoso comprarse óleo y pinceles. Lo más rápido era dibujar con pluma y papel.

Huehuetéotl
La pintura la empecé a manejar en la escuela de arte. Pero sentía que lo que dibujaba no lo podía pintar de la misma manera. Estudié entonces más la pintura barroca y comencé a pintar más realista, con una paleta de color más austera. De hecho era muy malo manejando el color, no sabía cómo unirlo. Desde el principio mi pintura se influenció mucho con la pintura realista de una manera muy personal…
–¿Es decir que tuviste un periodo de transición entre ambos estilos donde la paleta de color estaba fuera de control?
FARID: Exactamente. Entre menos colores utilizaba era más fácil para mí poder pintar. Eso es algo muy curioso porque ahora se habla mucho de la cantidad de colores que uso para trabajar. El proceso de lo que ahora pinto fue el de justamente llevar a color lo que hacía en dibujo, pero se mezcló todo y mi obra actual no es ni tan surrealista ni tan realista. Empecé además a viajar mucho al interior de México y a varios países. Me di cuenta de la cultura tan grande que tenemos en cuanto a la diversidad de grupos étnicos y prehispánicos que puede presumir nuestro país, así como del colorido que poseemos. Ahí es cuando te das cuenta que el color es algo que traemos desde niños. Y empecé a mezclar también en mi obra ese aprendizaje: en lugar de estudiar historia del arte para aprender el color, lo que hice fue recurrir a nuestra historia como mexicanos para usarlo. Encontrar quién eres tú a través de tu historia como mexicano me llevó a la mezcla artística que estoy desarrollando en la actualidad…

The world is my canvas. Tláhuac, Ciudad de México, 2014. Foto: Cortesía Farid Rueda
–¿Y sigues explorando tu estilo más oscuro, tu dark side, digamos?
FARID: Precisamente estoy tratando de ver cómo puedo regresar a eso, pero con lo que hago ahora. Estoy tratando de dejar mi paleta de color actual y las formas que manejo. Quiero dar un giro y volver a lo oscuro pero con una técnica más depurada. Antes dibujaba más, pero ya no lo hago. Ahora mentalmente imagino los bocetos. Es raro que haga bocetos para mis muros. Casi siempre imprimo en mi mente imágenes de animales o rostros; a veces dibujo los rostros de manera realista para aprenderme sus formas, pero todo el patrón de color y de texturas sale conforme voy trabajando y, de hecho, en muchos murales voy borrando y quitando cuando voy resolviendo en el momento. No existe un boceto en acrílico previo, por ejemplo. Inclusive muchos trazos previos al boceto son un esquema pero ya estando en el muro…
“Al mismo tiempo trabajo con muchas referencias. Imprimo muchas imágenes de texturas, de colores, de cerámicas, u otras para ir trabajando con cierto feeling. Como la gente cuando al trabajar pone música para ponerse un ritmo, en mi caso tengo muchas imágenes diversas que me van orquestando en la mente y sólo voy tomando la que necesito en el momento…
–¡Pues qué divertida forma de crear la tuya!…
FARID: (Risas)…
–Más en serio, leí que estabas escribiendo historias cortas y que las estás ilustrando. ¿Continúas con ese proyecto?
FARID: Sí, continúo. Conforme va naciendo la historia voy también trabajando las ilustraciones, las cuales, ésas sí, tienen un carácter más surrealista. Las historias no lo son realmente tanto. A cada una le hago una pequeña portada que muestra ese regreso a mis orígenes…
–¿Cuántas historias llevas o cómo está compuesto ese trabajo?
FARID: No soy tan fan de Milan Kundera pero me gusta su obra. Tiene un libro que se llama El libro de los amores ridículos (1968) que me motivó a hacer este compendio de anécdotas, un anecdotario de amores. El proceso de escribir es muy diferente al de pintar: vives una situación y con el tiempo se va depurando; cuando te llega una sensación especial la escribes. No hay un método para trabajar la historia, no hay horarios preestablecidos para hacerlo. Sólo te llega. La idea del anecdotario surgió porque a través del tiempo fui juntando diversas historias. De repente me di cuenta que tenía quince historias con las que se podía hacer un libro. No son muy largas y me pueden ayudar a realizar un compendio más ameno. Y sobre las ilustraciones, apenas llevo cinco porque sigo revisando las historias, quito la basura o les doy más argumento.
El artista señala que en un inicio quería que las ilustraciones fueran grabados, de tal modo que el libro se vendiera con las ilustraciones originales.
FARID: Así podría ofrecer un paquete más interesante, ya ves que la gente no gasta mucho en libros: puede ser un libro muy barato pero con papel e impresión de muy buena calidad, con el incentivo de que quien quiera leer las historias se lleve una ilustración y quien quiera una ilustración mía se lleve un cuento (risas). Estoy pensando en la manera más viable para sacarlo, aunque todavía va a tardar; la idea es que sea a finales de año. Quiero que sea un libro muy manual, no de maquila, que la gente se lleve una obra de arte como tal.
Continúa…
Texto: Appel
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