AQUÍ PUEDES LEER LA PRIMERA PARTE
–Regresando a tu trabajo de muralista, me gustaría que me comentaras del proceso de creación y realización de dos de tus últimos trabajos, apenas de finales del año pasado. Uno lo titulaste “Remember” y está en Bogotá. Hay un águila y, en las fotos que han circulado, se observa una rata. La primera representaría el poder represor y la segunda a los oprimidos, según la breve explicación que leí, ¿es así?
FARID: Fui invitado a Bogotá por un colectivo que ganó una beca del programa Didartes para financiar murales sobre la avenida 26 de la capital. Ellos armaron la primera idea del muro y ya estaba titulado. Ellos ya habían pintado un soldado acostado y en contraposición una indígena en la misma postura. De sus cabezas sale una franja que rodea toda la palabra “Recuerda”, en la cual hay varios estánciles pequeños que marcan sucesos en iconografías: un tanque militar, armas, granadas, gente muriendo, opresión…todo lo que vivieron los indígenas. Cuando llegué me dijeron que ya sabían que trabajaba con animales y que era totalmente libre de hacer lo que quisiera. Me enfoqué en ver de qué manera podía contextualizar el tema por medio de animales. En un principio, el águila sería una yanqui, un águila calva, simbolizando la gran influencia del gobierno de Estados Unidos en los problemas de América Latina, más que plasmar una crítica al gobierno de Colombia. En el bajopuente donde está el mural hay muchos indigentes que ahí viven: comen, duermen, hacen del baño…y uno pintando ahí, imagínate.

Remember, Bogotá , Colombia. 2015
Faris comenta que el muro es enorme, de unos 70 metros de largo. Cada soldado mide entre quince y veinte metros, la indígena igual, y el tramo con el título unos treinta metros.
“Estos indigentes conviven con las ratas. De ahí salió la idea. Yo soy ecologista, y pienso mucho en cómo la naturaleza, los animales, sobreviven a nuestra voluntad. El hombre se considera propietario del agua, por ejemplo, y cerramos muchos ríos sin pensar que también viven en el agua muchos seres vivientes que son consumidos por otros animales. Nosotros invadimos su hábitat. De cierto modo, las ratas viven en alcantarillas, en el mismo ecosistema que los indigentes, rechazados ambos por la sociedad. En un inicio fue difícil decidirme pintar una rata porque no gusta a la gente. Pero al mismo tiempo también los seres humanos hemos propiciado que vivan así. Qué bonito es decir no me gusta algo que tú mismo creaste. De todos modos, pinté la rata lo más mágica posible, que se pudiera sentir otra sensación que sólo repugnancia al verla.
–El otro de tus murales del que me gustaría que platicaras es ese donde aparece un venado, y que pintaste en noviembre pasado en Uruapan, Michoacán (México). Te inspiraste en Shishigami, el “espíritu del bosque” de la película de animación japonesa La Princesa Mononoke, y lleva por título Life is not a trophy (La vida no es un trofeo)…
FARID: Ya había ido a Uruapan a pintar un año antes dos venados. La gente que me invitó la última vez lo hizo porque vio estos venados en la universidad y, aunque me diron toda la libertad, querían que pintara otro. Cuando llegué me parecía absurdo volver a hacer otro venado. Pero algo muy extraño es que uno propone y la pared dispone. Resulta que cuando llegué me llevaron a ver unos tejidos purépechas donde siempre está presente la figura del venado. Luego fuimos a hacer una excursión con estas personas y ¿qué vemos? ¡Un venado! Unos días antes había visto La Princesa Mononoke con el “espíritu del bosque”. ¡Ya eran demasiadas señales! (risas). El venado quería a güevo (a fuerza) aparecer en el mural. Picasso decía que la pintura era más fuerte que él y siempre hacía lo que ella quería (risas). Ya frente al muro de trabajo abrí mi cuaderno para ver qué podía hacer. Y que sale el boceto de un venado que había hecho hace mucho tiempo para otro mural. La gente que me invitó lo vio: ‘¡Uy, estaría muy bueno que hicieras ése’, me dijeron. Les contesté que no cabía en el muro y empecé a explicarles que la única manera de hacerlo era si lo colocaba frontalmente y con las astas de tal manera para que no rompiera la composición… y de repente que me dicen: ‘Mira, ya lo tienes resuelto’ (risas). Es así como nace. La única explicación es que yo no quería hacerlo pero él quería ser. La relación con Shishigami me sirvió para confesar que Hayao Miyazaki, el director de la película, siempre ha sido mi inspiración. Él maneja esta preocupación por la naturaleza y cómo el ser humano se materializa.

Shishigami. Uruapan. México. 2015
–Cambiando un poco el tema, sobre tu trabajo en la calle, tú has dicho públicamente: “Cuando mi trabajo es exhibido en galería, la gente está programa para pensar que está viendo arte, aunque a veces ni lo entienda. Es diferente en la calle: los criticos están por todos lados y el artista puede conectar con todos los observadores más allá de sus conocimientos en la materia, y ese es el más grande halago que hay en este trabajo” (Widewalls, 2015). Prefieres la calle, pero también has dicho que te gusta mucho el bastidor…
FARID: Una cosa es el soporte en el que uno trabaje y otra dónde lo presenta uno. Cuando estuve en la escuela me familiaricé con lo que se exponía en galería o casas de arte y llegué a exponer incluso en museos. En la universidad donde estudié tuve mi primera exposición individual. Sí, me gusta más la calle, por eso sigo ahí. Pero no es que no me guste pintar en bastidor. A veces me preguntan qué prefiero más, si el pincel, el aerosol… creo que depende de cómo se sienta uno en el momento. No hay una respuesta definitiva en eso. En cuanto a la preferencia entre calle o galería, sí tengo una muy definida: la calle. Una persona que va a una exposición no va libre en su pensamiento, va condicionada a que verá una obra de arte. Va con una predisposición.
En la calle, dice Farid, te encuentras con la obra y te puede sorprender, te puede “asaltar visualmente”.
FARID: Nunca pasará eso en una galería. Para el artista una obra cobra sentido cuando la realiza, pero la única manera de que cobre sentido para ella misma es que la gente la vea, y en una galería la ve un número muy limitado de personas, y no es un público ni diverso ni real. Es el gran acierto del street art. Se dice como un cliché que llevó el arte de las galerías a la calle, pero yo más bien creo que regresó el diálogo a las personas. Hace un siglo preguntabas a las personas qué era arte y respondían que escultura, pintura, música, etcétera. Hace veinte años preguntabas lo mismo presentando lo que existía en arte de vanguardias y no sabían responder. Marcel Duchamp (1887-1968) planteó eso con su famoso urinario. No porque una obra esté en una galería quiere decir que sea arte. Él presentó cuestionamientos que los artistas de su tiempo no supieron interpretar: no se trataba de llevar ahora un plátano o una caca enlatada a la galería para volverlo arte. El arte se desvirtuó, dejó de hablarle a la gente y empezó a hacerlo a galeristas, a corredores de arte, a la bolsa… El street art recupera ese diálogo: lo paga el rico, la empresa, pero la gente es la que lo disfruta. Eso para lo que uno como artista trabaja.

Leviatán. Bogotá, Colombia. 2016
–Sobre ese tema, precisamente, tú has trabajado proyectos para Nike o para la marca de ropa de moda urbana Eckö UNLTD…
FARID: Con Nike se planteó una exposición en la tienda que tiene fuera del estadio Azteca, pero nunca se llevó a cabo. Seher fue el intermediario. Nos presentó como equipo de trabajo a varios amigos que él consideró que teníamos talento. La idea fue pintar unos balones y unos lienzos. Fue mi primer acercamiento con una marca que estaba trabajando con el arte urbano. Al final se hicieron los balones pero no los lienzos y Nike decidió no continuar con el proyecto. Luego, con un amigo, Caras Urbanas, trabajamos para una presentación de relojes de Eckö. En España realicé un proyecto con contenedores con la marca de tenis Asics. Fue muy caro y se efectuó en la plaza principal de Zaragoza, la plaza del Pilar. Me tocó tener uno de los mejores spots: un buen contenedor muy bien ubicado, con la iglesia de fondo. Meter dos contenedores de metal enmedio de la plaza fue bastante raro hasta para la gente de ahí.
Farid prosigue con su explicación:
FARID: La mayoría de las marcas que pagan street art quiere que se pinte en sus muros, así lo hacen Vans o Adidas. Con Eckö pinté unos cuadros y no sé si al final se los quedó. También pinté en bastidores para Philips en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Por lo general las marcas buscan tener una ganancia, buscan recuperar su inversión. Lo que pasa con los contenedores es que se rentan, se pintan y luego se pierden. No se conservan. Por eso prefiero trabajar con fundaciones o agencias para proyectos de festivales, porque dan como resultado murales que se quedan en la ciudad y no pertenecen más que a la gente. Los ayuntamientos pueden vanagloriarse con nuestro trabajo, pero lo que importa es que la gente se queda con los murales.
Texto: Appel
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.