Diana Barbancho –artista visual que firma sus piezas como Diana Bama– nació en Valencia, España. Se mudó a México en 2014 tras recibir una Beca Estancia para Creación Artística del gobierno de México. En la UNAM cursó una maestría de artes visuales con especialidad en dibujo, el cual ha trasladado hasta la pared. “Siempre había tenido interés en la parte del mural, en pintar o trabajar en el espacio público. Aquí [en México] ha sido donde he podido desarrollar casi toda la parte de mural”, comenta.

Algunas de las palabras clave que podrían describir la obra de esta artista son: ecofeminismo, animalismo, naturaleza, veganismo y feminismo. En especial hay un hilo conductor: la representación de la mujer y su rompimiento con los modelos de belleza y de feminidad habituales.

Explica la artista: “Al principio ocupaba unos personajes femeninos que representaban a la mujer. Pero empecé a darme cuenta de que estaba representando a una mujer desnuda. Mi interés era romper ese canon de belleza. Me percaté de que con eso también estaba representando a la mujer como siempre se había estado representando en los museos: siempre estamos desnudas y expuestas. Entonces esa parte no me latió tanto y decidí buscar otros elementos que dejaran expresar de lo que yo quería hablar, que tiene que ver con una teoría ecofeminista*”.

Barbancho abunda en el concepto: “Hay muchos tipos de ecofeminismo; el vínculo que tienen en común sería relacionar a la mujer con la naturaleza. Pero la parte que yo quiero resaltar, o el tipo de ecofeminismo del que quiero hablar es esta parte que relaciona a la mujer, tanto el cuerpo como el papel que tiene que cumplir la mujer, con la explotación del animal. Como que las dos responden al mismo tipo de intereses que son económicos, intereses de poderes. La idea es, a través de juegos de palabras, de metáforas, buscar que en algunas imágenes se trabaje más una parte feminista, y en otras, más animalista; la idea es vincular estas dos ideas”.

A través de sus dibujos y murales, Diana Bama expresa ideas alrededor de la opresión de seres que en la sociedad se han considerado los débiles, sean mujeres o, en ocasiones, conejos, por ejemplo. Al mismo tiempo, sus obras buscan empoderar a estos personajes.

Los conejos, o más precisamente las conejas, han ocupado el personaje central de sus piezas. Este animal que está asociado a la fertilidad, la procreación y la prosperidad.

¿Por qué eligió Diana Bama este animal? “Hubo varias cosas. En España a la vulva, a la vagina, se le dice conejo. Aunque es un poco despectivo. Pero también anatómicamente siento que [el conejo] funciona mucho porque tiene un cuerpecito que es muy maleable. Luego tienes las características del animal: ágil, avispado, tranquilo pero como que sabe resolverse y salir de situaciones complicadas”.

Diana hace comentarios puntuales acerca de situaciones y problemáticas sociales como la violencia, el feminicidio, la sororidad (la hermandad entre mujeres), el machismo… También pone sobre la mesa nociones de corporalidad y erotismo.

“Se trata de cosas que no tienen sentido de la sociedad machista y especista (discriminación contra otra especie animal) en la que vivimos. Intento poner mi granito de arena, aunque no me gusta mucho aleccionar. Aunque sí considero mi trabajo político, no quiero que sea muy aleccionador. Me interesa visibilizar, que la gente se cuestione, que lo vea y diga: ‘ay, pero tiene chichis, pero ¿qué es…?’, y que cada quien saque su conclusión”.

En 2017 Diana Bama participó en el proyecto Central de Muros, una serie de murales en la Central de Abasto de la Ciudad de México organizado por el colectivo We Do Things para mejorar este espacio. Su mural se titula “Zanagloria”, y en él se observa una coneja rodeada de algunas zanahorias. Sobre esta pieza, la más grande en dimensiones que ha realizado hasta ahora (20 por 6 metros), cuenta:

“Intenté buscar una idea que relacionara lo que yo estoy trabajando y que tuviera un elemento que hiciera referencia a las frutas y verduras. Todo hizo clic: a los conejos, ¿qué les gusta? ¡Pues las zanahorias! Y entonces me imaginé la zanahoria como dildo. Me dije: ‘voy a hacer una coneja gigante que se esté masturbando con las zanahorias’. Pero tuve que ser sutil. Porque puede generar polémica al momento, pero luego lo pueden quitar. Así que decidí ser menos directa. Al final lo veía tan sutil que casi ya ni se entiende. Pero a mí lo que me sorprendió es que la gente se espantara tanto porque tiene vagina y chichis”.

En varias de sus ilustraciones y dibujos hay una noción de levantar la piel y ver qué hay por dentro, ver los órganos, observar la parte natural, orgánica, la biología.

“Mi intención era generar personajes femeninos que rompieran esos cánones. Las mostraba desnudas. Me di cuenta que las seguía exponiendo. Y por otro lado, la mayoría de veces que se ven en graffiti, los personajes femeninos están hipersexualizados, con las chichis hasta el cuello, o con cinturitas, con culos perfectos, redondos. Son esas cosas que digo: ‘¡chale! Si tenemos la posibilidad de poner algo en la calle, de insertarte en el subconsciente, que inesperadamente te encuentres algo, está más chido que no sea alguna cosa ya establecida. Que rompa un poco ese canon o esa forma de entender la belleza”.

Diana Bama ha pintado obras en espacio público en la Ciudad de México, Puebla, Estado de México, Oaxaca, Querétaro, Baja California o Sinaloa, y ha participado en el proyecto Hidroarte alrededor de instalaciones del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX).

Respecto al hecho de pintar en la calle y la responsabilidad que conlleva, dice: “Tú vas a un sitio, pintas durante una semana y al final te vas, estás modificando el espacio que están habitando otras personas. Tienes una responsabilidad porque hay gente que va a convivir con tu trabajo, va a convivir con esa imagen que tú vas a dejar.

“Para mí, la idea de pintar en la calle tiene varios motivos. Uno que es más tradicional o clásico: que el arte no solo forme parte de galerías y de espacios privados, o a los que no tiene acceso todo el público. Por otro lado siento también que el arte se contextualiza en la calle, necesita de ella para que acabe de tener sentido. Si yo estoy realizando unas imágenes que tienen una crítica social, que tienen que ver con el feminismo y la parte animalista, el acoso, la cosificación del cuerpo de la mujer que se da en la calle, entonces siento que la calle aquí en Mexico es un lugar de convivencia muy grande. La calle es el lugar más idóneo donde mostrar mi trabajo”.

Entrevista y texto: Cynthia Arvide
Editó: Appel

*Mary Mellor, profesora inglesa de sociología, define ecofeminismo como “un movimiento que ve una conexión entre la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y la opresión de las mujeres. Emergió a mediados de los años 70 junto a la segunda ola del feminismo y el movimiento verde”.

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