BRUSELAS, BÉLGICA.- A finales de mayo de 2006 arrancó la etapa más tensa de un conflicto sociopolítico que quedó grabado en la memoria de muchos mexicanos: el de los maestros oaxaqueños de la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación con el entonces gobierno estatal del priista Ulises Ruiz.
La violencia alcanzó niveles superiores el 14 de junio de aquel año, cuando la policía estatal desolojó un plantón de maestros en el centro histórico de Oaxaca; luego el 29 de octubre del mismo año intervenieron con lujo de brutalidad las fuerzas de seguridad federales (por órdenes del entonces presidente Vicente Fox) con el objetivo de cortar de tajo con el movimiento magisterial, que para entonces ya había aglutinado el apoyo de una parte importante de la sociedad mexicana y de organizaciones nacionales e internacionales.
Las calles de la ciudad de Oaxaca parecían campos de batalla, humeaban las barricadas y se respiraba la represión; varias personas fueron asesinadas, entre ellas el camarógrafo estadunidense Will Bradley.
En ese clima de inestabilidad y régimen policiaco, o mejor dicho a causa de éste, surge el colectivo de arte urbano Lapiztola (un juego literario con las palabras “lápiz” y “pistola”). Sus integrantes –dos diseñadores gráficos, Rosario Martínez y Roberto Vega, y el arquitecto Yankel Balderas– encontraron en el trabajo gráfico no solo una manera de apoyar el movimiento en el que participaban sus familiares, sino también de contrarrestar el monopolio de la imagen por parte del Estado.
Lapiztola es actualmente un colectivo con renombre en el mundo del arte urbano.
El pasado 5 de febrero el periódico británico The Guardian publicó un texto dedicado al colectivo, el cual tituló “Historias de dolor, coraje y resistencia”. Así comienza: “Hace nueve años, cuando sus calles se llenaban de llamas, rabia y cañones de agua antimotínes, las paredes de Oaxaca comenzaron a hablar”.
Muro platicó con Rosario Martínez y Roberto Vega el lunes 11 de enero, tres días después de la captura (la tercera) del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, que acapara la atención mediática.
–Ya que su obra es netamente política, me da curiosidad saber qué opinan sobre la recaptura de El Chapo…
ROSARIO: (Risas) Después de tres veces (que es capturado, tras dos fugas de prisión) ya parece chiste esa noticia… Es un entretenimiento: la gente está muy atenta al asunto y opinando. Hay gente, y uno piensa que no la habría, que cree que el gobierno está logrando avances; y también aquella que es incrédula, que asegura que se está dando pan y circo al pueblo, porque al final continuará existiendo el narcotráfico.
–El colectivo se crea en 2006 a raíz del largo y violento conflicto magisterial en Oaxaca. ¿Cómo deciden reunirse? ¿Cuál fue el motor?
ROSARIO: Fue un conjunto de circunstancias. Cuando empezó el conflicto nosotros estábamos trabajando, yo en un taller de grabado y Roberto en un estudio de diseño. Acabábamos de salir de la escuela. Ya teníamos la idea de hacer algo de forma independiente y no trabajar para alguien, que es lo que te enseñan en la escuela: que vas a graduarte y te vas a encontrar un despacho de diseño que te contratará de inmediato. Eso no sucede y menos en Oaxaca, donde no existe la cultura de pagar el diseño…
–Y eso a pesar de que hay una gran tradición artística en el estado…
ROSARIO: Se piensa que lo puede hacer cualquiera. Pero bueno, en 2006 teníamos bastante información de lo que estaba pasando porque nuestras familias trabajan en el magisterio. Oaxaca se colapsó y no había otra cosa qué hacer que hablar de lo que ocurría. Nosotros teníamos información de primera mano y Roberto y yo queríamos apoyar a nuestras familias y al movimiento. Ahí encontramos a Yankel, aunque en realidad Roberto y él se conocen desde niños. Armar gráfica de lo que estaba pasando fue lo que nos unió. Nosotros no queríamos crear un grupo que durara; pensábamos que el conflicto terminaría y cada quien regresaría a sus actividades.
–¿Por qué deciden conformarse como colectivo y no firmar cada uno sus obras comunes?
ROBERTO: Cuando comenzamos a trabajar gráfica en la calle para el movimiento, lo hacíamos juntos para cuidarnos entre nosotros. Tratábamos de nunca salir solos a hacer cosas. En el arte urbano puedes salir, en otras circunstancias, a pintar lo que sea, pero en este caso, como el momento era muy tenso y difícil, teníamos que protegernos y actuar en grupo. Nosotros no decidimos nombrarnos “colectivo”, pero en aquellas circunstancias surgieron otros grupos que sí eran colectivos. Nosotros firmábamos a veces como Lapiztola –con lo que queríamos decir que nuestra arma era nuestra gráfica– y otras no firmábamos debido al clima de persecución. Y como había varios colectivos en Oaxaca, a nosotros la gente comenzó a consideranos igual.
–Si mal no recuerdo, hace mucho tiempo existía una revista de caricaturas dirigida por el monero Kemchs y que se llamaba La Piztola…
ROSARIO: Nosotros no sabíamos de esa revista hasta que fuimos al DF (Ciudad de México) a participar en un evento y alguien nos lo comento. Esa persona nos dijo que tenía una línea parecida a la de la revista El Chamuco (y los hijos del averno), que llega a Oaxaca. La Piztola, que ya desapareció, era una revista de caricatura política. Alguna vez recibimos un correo dirigido a esa revista. Fue muy chistoso (risas)… Nosotros sólo queríamos ponerle un nombre a nuestro taller, a nuestro espacio de trabajo.
–¿Recuerdan sus primeros trabajos tras el estallido del conflicto magisterial de 2006?
ROSARIO: El primero que realizamos fue algo demasiado sencillo. Entonces trabajábamos con serigrafías. Eran las sombras de varios personajes con el puño en alto. No tenían tanto detalle. Esa imagen la estampamos en playeras y muchísimas veces. Se convirtió en una de las imágenes más recurrentes en ese momento. Después hicimos un “luchador”, tal cual; un “luchador social”. En esa coyuntura nadie firmaba sus pintas por seguridad. Empezamos a escribir frases revolucionarias, muy comunes, por ejemplo: “Prefiero morir de pie que vivir arrodillado”. Frases de Emiliano Zapato o de Ricardo Flores Magón. Las imprimíamos en playeras. Durante las primeras marchas, los chicos que hacían tags (firma estilizada de un artista hecha con macador o pintura) aprovechaban para taggear el centro de Oaxaca, que era la parte más cuidada (por ser Patrimonio Histórico de la Humanidad), pero lo hacían sin un sentido político o social. Era sólo para marcar territorio. Pero en las siguientes marchas, esos mismos chavos comenzaron a copiar en las paredes las consignas de los maestros y las frases impresas en sus playeras. Esa le dio más sentido a pintar en la calle y muchos de esos muchachos se comenzaron a juntar en las barricadas o a través de los colectivos. De aquella época sólo queda ASARO (Asamblea de artistas revolucionarios de Oaxaca), Arte Jaguar, nosotros…
–Su obra nace en un momento de tensión política. Según lo que he leído, ustedes estaban inmersos en ese ambiente de violencia y se sentían incluso “incómodos”. Decían en una entrevista que comenzaron a necesitar hacer algo que animara a la gente, por lo que mezclaron en su obra “el compromiso social con cierta estética de la calle”, de modo que la gente se viera más identificada y accediera a un diálogo con la imagen. ¿Qué tan difícil fue pasar de un arte sumergido en la violencia a otro distinto?
ROSARIO: No nos dimos cuenta la forma en que habíamos cambiado nuestro trabajo. Pero sí nos dimos cuenta porqué lo comenzamos a hacer. Nuestra primera pieza grande y reconocida, el de una serie de imágenes de un hombre lanzando a los policías una bomba molotov…
–Una secuencia…
ROSARIO: Sí, una secuencia fotográfica en movimiento. En ese momento nos dimos cuenta que había muchas imágenes de la gente golpeada, arrastrada por la policía; parecía que el movimiento sólo servía para que el pueblo, la gente que participaba, fuera golpeado. La secuencia de la bomba molotov quizás es violenta para estar en la calle, pero para nosotros fue un motivo de orgullo, una manera de mostrar una respuesta, una contrarreacción visual de fuerza de parte del pueblo contra la policía. La secuencia representaba una especie de danza, una danza de lucha. El día que realizamos esa pieza teníamos a los policías todo el tiempo ahí. Tuvieron que ayudarnos para que no nos siguieran a nuestras casas…
-¿Qué? ¿La policía estuvo presente mientras colocaban la imagen?
ROSARIO: Sí, estuvieron ahí. En ese momento la policía parecía no saber que en el centro de Oaxaca no se puede pintar (arte urbano o grafiti) porque es patrimonio de la humanidad. En todo caso no había tanta restricción para pintar. Nosotros teníamos permiso del dueño del taller donde colocamos la imagen y eso bastó. No nos prohibieron hacerlo pero sí nos hostigaron y estuvieron vigilándonos. No podían hacernos nada porque, según nosotros, al ser una casa particular estábamos seguros. Ya habíamos comenzado el trabajo cuando llegó la policía: si nos íbamos hubiera sido como darles la razón.
–Y entonces, de estas imágenes tan crudas pasan a otra cosa…
ROSARIO: Empezamos a dar talleres y aprovechar otros espacios en los que trabajábamos con más gente. Fue entonces que nos percatamos que las personas se quedarían con el mural permanentemente. Nuestras piezas tenían que reflejar compromiso social, pero también tenían que gustarles a quienes se quedarían con ellas. Veíamos que así también las cuidaban más porque se sentían orgullosos de haber participado en su realización o porque significaba algo en lo que estuvieron involucrados. Hace poco nos borraron un mural aquí en Oaxaca…
–El que dedicaron a Bety Cariño (la activista asesinada con el pacifista finlandés Jyri Jaakkola por paramilitares priistas el 27 de abril de 2010 en San Juan Copala)…
ROSARIO: Así es. Esa obra expresaba las dos partes: contenía una denuncia y una imagen que te hacía sentir orgulloso de tus orígenes. El hecho de que la borraran significa que logró transmitir el mensaje. El caso generó reacciones del gobierno y de la gente, entre quienes defendían el mural y los que lo odiaban, ya que se sentían afectados políticamente por una obra que consideraban que los enfrentaba.
–Platíquenme de dónde partió la decisión de eliminar ese mural…
CONTINÚA…
Texto: Appel
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